Ruth Buendía y la lucha asháninka contra el proyecto hidroeléctrico Pakitzapango

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Escribe Carlos Mora

Grata satisfacción ha significado el reconocimiento a la dirigente asháninka Ruth Buendía, presidenta de la Central Asháninka de Río Ene (CARE), como ganadora del Premio Goldman, por la defensa de la integridad cultural y territorial de las comunidades nativas de las cuencas de los ríos Ene y Tambo, liderando las acciones encaminadas a proteger al pueblo asháninka de los significativos efectos adversos que se cernían sobre él, en caso de aprobarse el desarrollo del Proyecto Hidroeléctrico Paquitzapango.

En este contexto, en el que merecidamente el propio Ministerio de Cultura le rinde un sentido homenaje a Ruth Buendía, por su compromiso e importante labor en defensa de los derechos fundamentales de las comunidades asháninkas, a las que ella representa, es importante poner en conocimiento de la ciudadanía y de las autoridades gubernamentales, la larga historia de resistencia indígena al mencionado proyecto, resistencia en la cual también héroes anónimos de esas comunidades levantaron, años atrás, su voz de alerta haciendo escucharse e impidiendo que este proyecto se llevara a cabo.

Ya en 1970 una corporación extranjera llevó a cabo un reconocimiento preliminar del área, para evaluar el potencial energético de la misma. Cinco años después, 1975, una misión soviética, conjuntamente con ELECTROPERÚ, realizaron un estudio del potencial hidroeléctrico de la cuenca alta del río Ucayali, considerando como el área más promisoria el que fuera denominado Proyecto ENE-40, sobre el Pongo de Paquitzapango.

Al inicio de segundo gobierno, el Presidente Belaúnde consideró como una oportunidad estratégica, el desarrollo del Proyecto ENE-40 y encargó al Consorcio Lahmeyer-Salzgitter, a través de un Convenio de Cooperación Técnica entre los Gobiernos de Perú y Alemania Federal, se profundizaran los estudios para evaluar los recursos hidroeléctricos del Perú y en particular el mencionado ENE-40, determinándose que este resultaba el más atractivo para el país, siendo considerado “un instrumento que garantice tanto el futuro energético del país, como la racional conquista de la selva peruana”.

La puesta en marcha del Proyecto ENE-40 hubiera significado sumergir, bajo las aguas de la represa a todas las comunidades asháninkas ubicadas aguas arriba del pongo, en una extensión de 165 km, obligando a la reubicación forzada de cientos de familias indígenas que habitaban ancestralmente dicha área, así como a la pérdida de inmensas áreas de bosques y de lugares de importancia para la biodiversidad, donde se ubica hoy el Parque Nacional de Cutivireni.

El año 1979, se da inició a la titulación de tierras de las comunidades de la cuenca del Ene, debiendo enfrentarse una dura oposición de intereses de empresas forestales que obtuvieron generosas concesiones sobre territorios ancestrales indígenas, buscando la nulidad de los títulos otorgados a las comunidades, con un claro beneplácito de funcionarios del Sector Agrario de fines del gobierno militar y de inicios del gobierno democrático de Acción Popular.

En ese contexto es que en noviembre de 1980, se llevó a cabo en Rotterdam el IV Tribunal Russell, donde fue presentado el caso de las comunidades asháninkas del río Ene, acosadas por el Proyecto ENE-40 y las acciones destinadas a declarar la nulidad de sus títulos de propiedad. Fue entonces que Daniel Charete Chanquete, líder de la Organización Campa – Asháninka del Río Ene (0CARE) en compañía de Evaristo Nugkuag, a la sazón Presidente de AIDESEP, con el apoyo de las instituciones patrocinadoras del Russell Tribunal y del Centro de Investigación y Promoción Amazónica, presentaron el denominado Caso Campa, poniendo en consideración de la comunidad internacional, los atropellos sufridos sobre sus tierras y cultura, así como los riesgos que sobre ellas se cernían por el futuro desarrollo del Proyecto ENE-40, denuncias ya formuladas con anterioridad y sin éxito ante las autoridades nacionales.

Las Resoluciones del IV Tribunal Russell instaron al gobierno del presidente Belaúnde el respeto por la dignidad e integridad de la vida y territorios indígenas, dando como resultado se revisen el otorgamiento de las concesiones forestales, se convaliden los títulos de propiedad de las comunidades y que el Consorcio liderado por la empresa Lahmeyer International, desistan de continuar el desarrollo del proyecto en el Perú.

Daniel Charete, un líder tradicional de gran ascendencia entre las comunidades del medio y alto Ene, ya no nos acompaña hoy, él falleció hace varios años, después de luchar duramente por sus comunidades, en contra de estos actos hostiles, como lo hizo luego en contra de Sendero Luminoso, perdiendo en su silenciosa y valiente lucha a varios de sus hijos, ultimados o secuestrados por las columnas senderistas.

Considero, que en el contexto del reconocimiento a la valentía de Ruth Buendía, es necesario se reconozca el legado valioso e imperecedero de un líder como fue Daniel Charete y que también su memoria sea honrada, para reconocimiento y ejemplo del pueblo asháninka.

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Foto: Care 



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