Escribe Manuel Ruiz Müller / Director Programa de Asuntos Internacionales y Biodiversidad – SPDA

El debate sobre los transgénicos continua, aunque marcado por la aprobación de la ley de moratoria que impide, durante diez años el ingreso y liberación de semillas transgénicas dentro del territorio nacional. La intensidad y hasta virulencia en este debate no deja de sorprender, con un grupo de científicos y empresarios insistiendo en la necesidad y urgencia de permitir el uso de estas semillas en el territorio nacional y otro grupo –incluyendo a grupos de agricultores, organizaciones de consumidores y ONGs- igualmente apasionados, argumentado lo todo lo contrario.

Por el momento, la moratoria sirve a modo de tregua, que debe entenderse como la posibilidad de planificar, de inmediato, un programa de investigaciones y evaluaciones que analicen si la coexistencia de una agricultura tradicional, orgánica, agroexportadora (pero sin presencia de semillas transgénicas) vis a vis, una agricultura con presencia de semillas transgénicas es económica y ambientalmente posible y de qué manera se pueden minimizar los riesgos.

De alguna manera la ley de moratoria y el DS 011-2011-AG que establece algunos parámetros para hacer esta evaluación (por ejemplo, determinando una línea de base de la agro-biodiversidad nacional) apuntan en este sentido – preparar al país para, en un futuro, cultivar transgénicos, seguramente en espacios pre determinados, con mínimos riesgos para un flujo génico no deseado.

Desde la SPDA, hemos insistido en que la ciencia y tecnología son absolutamente fundamentales para el desarrollo nacional. Y la biotecnología debe ser promovida de manera intensa en distintos frentes. Dicho esto, no es la ciencia y tecnología por sí solas las que determinan la necesidad de una innovación. Estas nos dan respuestas – pero no todas. El contexto social, cultural, económico, la imagen de país, las tendencias actualmente en marcha y los éxitos acumulados (pe. A nivel de Marca Perú, gastronomía, ecoturismo, agro-ecología), también tienen un peso específico que debe ser atendido y escuchado. Que una semilla transgénica no genere una afectación a la salud (como supuesto) no significa que sea necesaria ni adecuada. O que una semilla transgénica resuelva el problema de un sector industrial (supuesto) tampoco implica, necesariamente, un beneficio generalizado o valor agregado.

Lo cierto, es que no es cierto que las semillas transgénicas vayan a ser la solución al hambre mundial, a las amenazas del cambio climático y a todos los retos que enfrentan la agricultura. Pueden ser una parte de la solución a un complejo rompecabezas y pueden tener un rol importante bajo ciertas circunstancias – pero no son la respuesta a todo como se presenta a veces. Biotecnología moderna puede desarrollarse en infinitos campos – incluyendo en la agricultura. Simplemente que la innovación en semillas transgénicas tendrá que someterse a vallas más altas de evaluación. ¿Por qué? Porque no somos ni deberíamos querer ser como EEUUU o Europa en cuanto a sus sistemas agrícolas. Por lo menos en términos generales.

Los científicos y genetistas tienden a ser muy buenos para analizar el árbol y determinar y caracterizarlo de manera rigurosa. A veces pierden de vista el bosque y los complejos ecológicos en los cuales estos árboles evolucionan. Por su parte, quienes no lo son, se preocupan bastante más del bosque en general y ciertamente saben bastante menos del árbol y sus características específicas. Lo que hemos presenciado en estos últimos años es cada sector pontificando sobre su verdad incuestionable y “probada”, y muy poca conversación entre sí. Los primeros además, sosteniendo que se trata de un debate absolutamente científico y entre científicos se entienden. Pues bien, no todos los científicos opinan igual y argumentos van y vienen también en ambos sentidos.

Lo que nos deja este debate es lo siguiente: un proceso de revaloración del país como mega-centro de diversidad que requiere una atención y cautelas particulares, un marcado interés por hacer investigación en transgénicos que no debe descartarse de manera absoluta ni indefinidamente, y la posibilidad de mirar a las agriculturas nacionales en función a particularidades y estrategias específicas que respondan a mejoras tecnológicas compatibles con factores ambientales y necesidades sociales y económicas determinadas.

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Foto: Greenpeace