Defensoras ambientales: peruanas que protegen la Amazonía con vocación y corazón
viernes 11 de diciembre, 2020
- Defensoras como Liz Chicaje enfrentan las amenazas ambientales y defienden los territorios de sus pueblos, en una búsqueda por asegurar los derechos humanos de sus comunidades.
Por Angela Rodriguez / arodriguez@spda.org.pe
En la comunidad de Boras de Pucaurquillo, en Loreto, vive Liz Chicaje, una lideresa indígena y defensora ambiental reconocida con el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos y Estado de Derecho en el 2018, tras su labor como una de las impulsoras de la creación del Parque Nacional Yaguas, iniciativa que apoyó pese a las amenazas que recibía.
Liz es lideresa de su pueblo, descendiente del clan de “newat” que significa “gavilán”. Hace nueve años dirige a su comunidad, defendiendo sus derechos, y actualmente impulsa un emprendimiento comunal que aprovecha el conocimiento de la culinaria indígena junto a otras mujeres de la cuenca del Ampiyacu.
Por su parte, en la selva de Madre de Dios, María (la llamaremos así para proteger su identidad) dedica gran parte de su tiempo a defender los bosques cercanos a la Reserva Nacional Tambopata. Lo hace de manera desinteresada, pese a que ella y otras personas cercanas que también protegen la zona han recibido amenazas de parte de taladores y mineros ilegales.
“Para ser defensoras debemos tener vocación, esto sale del corazón”, manifiesta la defensora ambiental mientras narra que “una vez saquearon la tienda, la casa y nos amenazaron cuerpo a cuerpo. Con la policía, por ahora, no contamos. Corremos mucho riesgo”.
Al igual que Liz y María, muchas defensoras y defensores de derechos en la Amazonía se enfrentan a las constantes amenazas, estigmatización y discriminación, y pese a que han pedido ayuda en reiteradas ocasiones aún no reciben la protección que requieren.
En el Perú, solo en el 2020, han sido asesinadas cinco personas defensoras de los derechos de los pueblos indígenas y el ambiente, y muchas otras han sido amenazadas. Por ello, en el Día Internacional de los Derechos Humanos, que se conmemora cada 10 de diciembre, resulta necesaria la reflexión sobre las historias, motivaciones y temores de quienes defienden los derechos.
[Ver además ► Violencia contra las defensoras de derechos humanos ambientales: un problema vigente]
Liz Chicaje nació y creció siempre rodeada del bosque. Desde muy pequeña fue testigo de cómo la depredación de los árboles aumentaba y esto la motivó a defender la naturaleza que siempre la ha rodeado.
“Veía mucho trabajo ilícito aquí en la cuenca, sobre todo tala ilegal, mucha deforestación. No había un respeto (por la naturaleza) y la gente foránea entraba y sacaba, y toda esa ganancia por esa madera se la llevaban ellos, los foráneos. Entonces, pensaba: algún día quiero ser una líder, una dirigente, para poder poner un pare a ese trabajo ilegal”, nos cuenta Chicaje.
Debido a su participación activa dentro de su comunidad, Chicaje se convirtió en presidenta de la Federación Nacional de Comunidades Nativas (Fecona). “Puedo decir que en mi gestión se pudo parar ese trabajo ilegal de la extracción de madera, porque mi misión era esa, que no entren los foráneos que estaban destruyendo lo que era lo nuestro”, resalta.
Además, destaca que lograron obtener el “reconocimiento necesario para vender carne de monte sin intermediarios en Iquitos”, pues entendía que para conseguir que las comunidades se comprometieran como guardianes del bosque y sus recursos, debían tener alternativas económicas.
“Ha sido una lucha, con muchas dificultades. Uno de mis retos más grandes es llevar mi labor de defensora y líder en equilibrio con la familia, porque muchas veces [trabajar como lideresa] es dejar a la familia, el hogar, a los hijos. Entonces, todo eso ha sido un reto, pero ahora es un sueño, algo de lo que me alegro”, reflexiona Liz.
Luego de haberse involucrado en el 2017 en la creación del Parque Nacional Yaguas, proceso en el que su participación fue clave, ahora se dedica a impulsar actividades económicas junto a otras mujeres de su cuenca, revalorando sus saberes gastronómicos mediante el procesamiento de tapioca, fariña, almidón, ají negro y huasabe.
“Ahora, estoy trabajando con mujeres, organizándonos para que las amas de casa podamos tener un ingreso económico”, indica y agrega que quieren “seguir buscando que más mujeres se involucren”.
De esta manera, Liz Chicaje espera seguir luchando por el goce pleno de los derechos de su pueblo a un ambiente sano, a su territorio y a una vida de calidad.
“Mi visión es seguir luchando, seguir trabajando por esos temas, para la juventud que vendrá. Mis hijos me inspiran a seguir pensando en la defensa del territorio y el ambiente, mis hijos me dicen: mamá debemos cuidar nuestro ambiente”, cuenta emocionada la defensora ambiental.
Mientras tanto, María espera continuar con esta tarea voluntaria para lograr un ambiente de calidad y heredarlo a las futuras generaciones. Ella asegura que no dará su brazo a torcer y que continuará defendiendo la Reserva Nacional Tambopata. “Nuestra reserva tiene que ser algo para que nuestros hijos, nietos y bisnietos conozcan. No queremos que sea un desierto. Que nuestro bosque siga siendo bosque”, concluye.
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