Coronavirus en España: crónica testimonial de una peruana desde Barcelona

Foto: La Vanguardia

  • España ya registró casi 3 mil muertos y más de 22 mil infectados por el COVID-19. Debido a la emergencia, el Gobierno extendió la cuarentena por 15 días más.
  • Desde Barcelona recibimos el testimonio de Carmen Contreras, una periodista peruana que -al igual que miles de compatriotas- vive esta pandemia lejos de su país.

 

El coronavirus (COVID-19) ha alterado el modo de vida de miles de personas en el planeta en diversos aspectos: modo de relacionarnos, alimentación, educación, consumo, entre otros. Estos cambios se han dado sobre todo por las medidas de prevención recomendadas por expertos en salud, o por medio de medidas obligatorias dictadas desde los gobiernos.

Hasta hoy, la propagación de esta enfermedad no ha tenido una curva descendente, sino todo lo contrario, por ello el aislamiento voluntario u obligatorio es hasta ahora la medida más común en todos los países donde se han presentados los contagios.

En nuestro país se ha decretado quince días de aislamiento social, sin embargo no se ha descartado que esta medida se extienda como ya sucedió, por ejemplo, en España, lugar que alberga a miles de compatriotas y donde se han registrado casi 3 mil muertes por este mal.

Para conocer cómo algunos compatriotas están afrontando esta pandemia en otros países, publicamos la crónica testimonial de Carmen Contreras, comunicadora social que actualmente cursa estudios de postgrado en Barcelona (España), donde la cuarentena acaba de extenderse por quince días más.

 

El coronavirus en España

Escribe Carmen Contreras / Periodista

 I

“Pienso en mis abuelos y no quisiera que algo les pasara mientras estoy aquí, no estoy emocionalmente lista para eso”

Me he despertado muy temprano esta mañana con la sensación extraña pero tristemente familiar de no saber qué estoy haciendo aquí. Los únicos sonidos provienen de la cocina, mientras el café se hace, los cubiertos chocan y el pan se tuesta. Mientras que afuera, aunque permanece en un silencio petrificante, las cosas empeoran a un ritmo que preocupa.

Ser inmigrante ha cambiado la forma en la que veo, percibo y siento. He aprendido sobre la importancia de la calidad humana, que agradecer puede ser considerada una oración, que los sistemas institucionales no son equiparables a la realidad del mundo y que estar lejos de casa significa estar lejos de todo lo conoces. Voy a escapar de la nostalgia, voy a tratar de ignorar los videos que me han llegado al celular y pasar de largo las publicaciones en las redes sociales de gente aplaudiendo en las noches mientras las calles limeñas que tan bien conozco están vacías, cantando las canciones que me sé de memoria.

Hace una semana, un amigo me contaba que su madre le había enviado un pasaje de avión para ir a Dubái, en donde vive junto a su hermano. Me decía que estaba preocupada porque sabía que la situación en España empeoraría y juntos nos reíamos como si fuera una tierna anécdota. “¿Tú qué harías?”, me preguntó después de evaluar juntos sus posibilidades, “si tu madre te envía un pasaje para viajar ahora mismo, si estuvieras en mis zapatos, ¿regresarías?”. Me quedé callada un minuto, quise darle una respuesta fiel a mi realidad. “No sé, probablemente estaría igual que tú, no estaría lista para irme hoy o mañana, pero quizás sí lo tomaría. Pienso en mis abuelos y no quisiera que algo les pasara mientras estoy aquí, no estoy emocionalmente lista para eso. Lo haría por ellos”. Esa tarde, salió muy rápido a su casa y alistó sus maletas para tomar un vuelo al día siguiente.

En España, más del 10% de los residentes[i] son extranjeros, pero también están los inmigrantes que el Gobierno no reconoce, los que dependen de su trabajo diario y sin un contrato que los respalde. Con esta pandemia, muchos han dejado de trabajar y por lo tanto, de percibir ingresos. A algunos de mis amigos los echaron, a otros los mantienen en espera, y también están los que tuvieron suerte, los que mantienen su trabajo de cuidadores de ancianos o “yayos”, como les llaman en Barcelona.

La relación a distancia que llevo con mi familia desde hace un año y medio me ha enseñado un par de cosas que puedo utilizar en este confinamiento. Primero, que despertar todos los días con salud es por lo que hay que agradecer, y segundo, sin amor no hay forma de llegar a la noche, lograr dormir con tranquilidad y soñar con un poco de esperanza.

Grands ciudades como Madrid o Barcelona lucen vacías ante la cuarentena. Foto: La Vanguardia

II

“Las autoridades han repetido que llegará un momento aún peor pero que evitarán a toda costa el colapso del sistema de salud nacional”.

Si no fuera por el calendario colgado en la puerta del refrigerador, no sabría con certeza cuántos días han pasado desde que el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el Estado de alarma en toda España. Ya son diez y ayer, como muchos ya sospechaban, anunció la ampliación del confinamiento por 15 más.

He reducido mis consultas al móvil por una vez al día: durante la mañana, al despertar, y solo cuando tengo una taza de café en la mano. No deja de asombrarme todo lo que pasa mientras dormimos. Hoy aumentaron casi cuatro mil infectados y, en total, suman más de 33 mil. A pesar de las medidas drásticas, no ha habido un momento en el que el número descendiera.

Nuestro desayuno tiene un sabor amargo, tememos llegar a una peor situación y superar la de Italia, en donde se registraron poco más de 400 muertos en un día. Solo la semana pasada  advertían que lo peor estaba por llegar, y fue entonces que alcanzamos los 25 mil casos y el personal sanitario se quedó sin equipos de protección y pruebas de diagnóstico para descartar el coronavirus en pacientes. Esta semana, las autoridades han repetido que llegará un momento aún peor pero que evitarán a toda costa el colapso del sistema de salud nacional, habilitando hasta tres hoteles para recibir a los nuevos pacientes en Barcelona, mientras que en Madrid se habilitarán hasta siete.

Otro sorbo amargo para terminar la primera parte del día mientras pensamos en lo difícil que es transformar tantos números en personas: más de 1000 muertos en Madrid, más de 200 en Cataluña, más de 100 en el País Vasco. En total, suman a 2299 muertos en todo el país (al 24 de marzo). En el mundo, ya son más de 15 mil, y no dejan de aumentar, cambian a cada minuto.

Hoy empieza la segunda semana de cuarentena. Mi rutina no ha cambiado, sigo despertándome, dedicando unas horas a leer un poco, comer, echar una siesta, moverme desde la habitación a la cocina, de la cocina al comedor, dar una vuelta por el balcón, comer y volver a dormir. “Esto no es vivir”, le digo a mi madre por videollamada desde la cama, quejumbrosa a pesar de todas las comodidades con las que cuento; la luz, el agua o el Internet no ha fallado ni una sola vez desde que estamos encerrados. No se escucha nada desde aquí, no necesito concentrarme para oír el tren pasar, no hay autos, ni personas caminando, algunos días se escucha la música del vecino, pero es muy poco común. Hace una hora fuimos a hacer compras y por obligación, nos dijeron que debemos llevar, como mínimo de protección, guantes de goma. Las mascarillas se agotaron hace semanas y su eficiencia ha sido cuestionada con los días.

En la cena hemos dedicado, como todas las noches desde que estamos en casa, a pensar en los nuestros. Me recuerdo escéptica hace tres semanas, nadie que conocía tenía el virus, mi plan era ser cuidadosa, pero hoy tengo miedo. En mi círculo cercano ya hay dos personas aisladas en sus casas esperando que los síntomas del virus desaparezcan. Los médicos no aconsejan llamar a emergencias a menos que la fiebre no baje o que surjan problemas de respiración. “No hay tests, pero parece que es. Quédate en casa por 15 días”, le dijeron a la hermana de un amigo. Nos hemos lavados los dientes, hemos visto lo último del noticiero y nos preparamos para dormir. Otro día más que pareciera perdido, pero que al estar en casa, es otro día más conquistado. Mi hermana por teléfono me aconseja “vivir un día a la vez”, le digo que sí, que eso hago, pero me repito -una vez más- que esto no es vivir.

Debido al incremento rápido de contagiados por el COVID-19, el presidente del gobierno españo, Pedro Sánchez, decretó el estado de alarma en el país.

III

“Cuando salga de aquí…”

Se está terminando el día 11. Una vez más hemos repasado los números, ya casi como un ritual enfermizo: 514 muertos en un solo día, suman 2696 en toda España y ya llegan a los 40 mil contagiados. Nos quedamos callados por unos minutos y hablamos de China y el fin del confinamiento la próxima semana, de Italia y que, cuando ellos paren, seguro nosotros también, de los escépticos Estados Unidos y Londres, de Perú y sus siete muertos, y así hasta cansarnos de los noticieros.

Hay un momento del día que dedicamos a hacer planes para animarnos un poco y quizás para sentir que aprovechamos mejor el tiempo. No sabemos cuándo va a terminar el confinamiento, la única certeza que tenemos es que nada va a ser igual después de la pandemia. Hay algunas cosas que deberían desaparecer por completo después de esto, pienso, por ejemplo, que todo empezó en un mercado de carnes exóticas en China. ¿La gente seguirá cazando especies exóticas?, ¿entenderemos la gravedad de la palabra “emergencia” o “alerta”?

Un amigo me dice que en cuanto salgamos de aquí, saldrá a correr y se sentará al lado de un río. El sector educativo está evaluando la opción de dar por concluido el año estudiantil, así que ya no tendría que ir a la universidad. Yo aún no sé qué haré primero, hice una lista bizarra durante una tarde de mucha frustración:

“Cuando salga de aquí voy a caminar y detenerme en donde quiera, caminar hasta que mi mente -no mi cuerpo- diga basta, haré que mi vista repose en unos árboles, colinas o el cielo, que vaya, no tiene nada de especial, pero quiero verlo hasta que la nuca me canse. Quiero tocar el mar con las manos y la arena con los pies. Cuando salga de aquí, quiero tomar un avión y correr a abrazar a mi familia, agradecer porque sé que estarán bien, confío en que así sea”.

 

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[i] https://www.rtve.es/noticias/20190625/llegada-inmigrantes-compensa-baja-natalidad-lleva-espana-cifra-record-469-millones-habitantes/1961461.shtml

 



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