La balsilla: una embarcación ancestral que sigue vigente en la costa piurana

Foto: Walter H. Wust

  • En junio de 2024, el Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos y el uso ancestral de la pesca con balsilla, una pequeña embarcación empleada por pescadores artesanales que promueve la conservación y el respeto por los ecosistemas marinos a través de la pesca selectiva.  
  • Aunque se puede creer que ya no existe la pesca ancestral, todavía hay comunidades pesqueras en el norte peruano como La Islilla, La Tortuga y Yacila, en el departamento de Piura, donde miles de pescadores siguen empleando día a día métodos ancestrales de pesca para su sustento. 

Por Maite Ocaña  

 

En La Islilla, una caleta ubicada a 19 km de Paita, en Piura, se encuentra una comunidad que se caracteriza por realizar la actividad de pesca artesanal desde hace más de 200 años. Aquí, los niños reciben como regalo una balsilla de juguete. Esto los incentiva a adentrarse en el mar desde muy pequeños. Crecen sin miedo al agua, con un vínculo especial con el mar. 

Los pescadores artesanales de La Islilla realizan su actividad empleando los conocimientos tradicionales heredados y trasladados de padres a hijos por generaciones. Ellos conocen el mar, saben cuándo es adecuado salir a pescar, así como las zonas de pesca y la variedad de especies marinas que pueden encontrar. Pero también son expertos en el manejo de la balsilla, una pequeña embarcación ancestral conformada por 5 palos de balsa unidos con una soga e impulsados por una pequeña vela y un remo. Parados sobre ella, emplean la “pinta” para pescar: un arte de pesca que consiste en un cordel o línea con varios anzuelos, carnada y una piedra o lastre que hace contrapeso y lleva al cordel hasta el fondo marino. Una vez echado el cordel, los pescadores esperan un tiempo determinado y extraen, uno a uno, cada pescado capturado en sus anzuelos: un método de pesca que les permite ser bastante selectivos con sus capturas, devolviendo al mar peces pequeños o que no han superado su talla mínima.  

Los pescadores artesanales de La Islilla realizan su actividad empleando los conocimientos tradicionales. Foto: Yuri Hooker / SPDA 

Percy Bayona Vite es un pescador artesanal de La Islilla que se dedica desde hace más de 40 años a la pesca con balsilla. Su padre fue quien le enseñó a pescar cuando lo acompañaba en sus faenas de pesca. Percy sale a las 5:30 de la mañana con su pequeño bote motorizado, que lo ayuda a llegar más rápido a la zona de pesca. Ya posicionado, despliega su balsilla e inicia su jornada.

Su hijo, Percy Bayona Fiestas, un joven ingeniero pesquero de la Universidad Nacional de Piura, comenta sobre el compromiso que tiene con su comunidad y el orgullo que siente tras la declaración de la balsilla como Patrimonio Cultural de la Nación. “Mi papá es un pescador que aún mantiene el uso de esta embarcación. Su uso implica una gran destreza y habilidad. Yo he ido a pescar con él. Mi papá me ha dado estudios gracias a la balsilla”. 

¿Cómo es pescar con balsilla? 

La balsilla es una pequeña embarcación artesanal fabricada de un árbol llamado palillo, provenientes de la selva (muy similares a los usados por las comunidades nativas para construir sus embarcaciones), atados con una soga y sujetados por dos corbatones (troncos que permiten unir los palos). Además de contar con un remo, en algunas ocasiones tiene también una vela, hecha de sacos de arroz o lona.  

No puede faltar una piedra de fondeo o lastre, la cual es usada como ancla por los pescadores, pues se arroja al fondo marino para mantener estable la embarcación durante la pesca. Para almacenar el pescado, usan un carcal, que es una bolsa hecha de paño de red, o cubetas que también usan como asiento, mientras esperan la pesca.  

[Ver además►Declaran la pesca tradicional ancestral en Lima y la pesca en balsilla del norte como Patrimonio Cultural de la Nación]

Foto: Yuri Hooker / SPDA  

Percy Bayona Fiestas comenta que, en La Islilla, como en otras caletas en las que los pescadores se dedican a la pesca costera, normalmente las actividades comienzan a partir de las 5 de la mañana. A pesar de que actualmente muchos pescadores artesanales han optado por utilizar embarcaciones con motor, lo que les permite llegar más lejos en menos tiempo, los pescadores de La Islilla no han desplazado a la balsilla. 

El pescador puede ir en balsilla o en una embarcación motorizada hasta lo que ellos llaman zona de pesca. Ya ahí, despliegan su balsilla para pescar con la “pinta”. “Es una pesca muy selectiva, de menor impacto al ecosistema. Normalmente los pescadores están retornando a las 2 o 3 de la tarde de su jornada”, puntualiza Percy.  

Los pescadores en balsilla pueden navegar dos o tres horas mar adentro. Impulsados por la vela o utilizando su remo, lo que demanda mucho esfuerzo físico. Pueden pescar muy cerca de la costa, pero también pueden salir a grandes distancias, aún más cuando avanzan con una embarcación a motor, que los ayuda a desplazarse más rápido.  

Para Antonio Cuba, biólogo y especialista pesquero de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), la pesca con balsilla implica un gran esfuerzo de parte de quienes la realizan. “Los pescadores que utilizan la balsilla, dedican varias horas en su faena de pesca; sin embargo, el impacto que ejercen sobre el mar y los ecosistemas es bajo, por la alta selectividad de su pesca. Por otro lado, al ser una pesca que se practica dentro de las 3 primeras millas, permite a los pescadores aprovechar los recursos que están disponibles cerca de la costa dependiendo la temporalidad ambiental”, menciona el biólogo.  

Patrimonio de las comunidades  

La balsilla no solo les ha dado el sustento a miles de familias durante generaciones. Hoy también es parte de una tradición. Cada año, en el Día del Pescador (28 de junio), los pescadores organizan una competición a la que denominan regata. Aquí los participantes (quienes también son pescadores), ponen a prueba su destreza y habilidad con la balsilla a vela. El concurso consiste en surcar, en el menor tiempo posible, un tramo dentro del mar elegido especialmente para esta competición. 

William Pingo Fiestas, pescador artesanal y campeón por 4 años consecutivos de la regata de balsilla a vela, es natural de La Islilla. Tiene 36 años y cuenta cómo desde niño, su padre le regaló una balsilla de juguete. Esto lo animó, poco a poco, a ingresar al mar desde muy pequeño, primero como “jugando” y luego para ganarse el sustento, junto a su familia.  

William es campeón 4 años consecutivos de la regata de balsilla a vela. En la foto recibe su reconocimiento tras ganar este año. Foto: Archivo William Pingo  

“Para usar la balsilla hay que tener destreza. Aquí [en La Islilla] desde niños empiezan a usar la balsa, es nuestro primer juguete, nuestro primer regalo. Empezamos con balsas de 1 metro. A los 7 u 8 años ya andamos ahí, con el remo, sentaditos. Cuando vamos creciendo va mejorando nuestra habilidad hasta poder pararnos en la balsa. Primero es nuestro juguete y luego se vuelve nuestra herramienta principal de trabajo”, explica. 

William cuenta cómo con los años y con mucho esfuerzo, él y su familia pudieron comprar una lancha y, luego, un bote con el que empezaron a navegar cada vez más lejos, durante las temporadas de pota y perico (dos pesquerías que se realizan fuera de las 5 millas). Cuando la pesquería baja, vuelven a sus balsillas. En el 2019, antes de la pandemia, fue el primer año que campeonó. Hasta el 2022, que volvió a participar. Desde entonces, es campeón en esta competencia.  

Estos concursos se realizan en La Islilla, Yacila, La Tortuga, y otras caletas en las que la pesca artesanal y ancestral sigue practicándose. Es una forma de homenajear a su principal herramienta de trabajo y trasmitir a los más jóvenes, con orgullo y generosidad, la importancia de continuar con esa tradicional forma de pescar. 

Área marina protegida a través de la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau 

La tradicional pesca ancestral en La Islilla no es una coincidencia. Esta comunidad se ubica frente a la Isla Foca, hoy parte de la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau. Esta zona se encuentra dentro del área de transición entre las dos grandes corrientes marinas del Perú: la corriente de Humboldt, una corriente fría que fluye de sur a norte antes de abrirse hacia el oeste, en dirección a las islas Galápagos; y la corriente del Niño, proveniente de los cálidos mares de Centroamérica. Dada su ubicación, no es sorprendente que estos mares conformen un ecosistema de características únicas, que sirve de hogar a una enorme diversidad de especies. Muchos de los peces que habitan aquí son de gran importancia comercial para la pesca artesanal.   

Para Antonio Cuba, la pesca con balsilla permite aprovechar los recursos que están disponibles cerca de la costa utilizando un método de pesca de bajo impacto sobre los ecosistemas marinos y con alta selectividad. “La pesca artesanal y ancestral no solo constituyen un aporte en la economía de las familias que dependen de la pesca, sino también a la seguridad alimentaria, pues provee a los mercados locales especies como la cabrilla, la cachema, la cojinova, el calamar, entre otras, importantes para el consumo diario de la población local”. 

Los pescadores artesanales y ancestrales son los más vulnerables  

Justo Bancayán, pescador de La Islilla, líder y defensor de la pesca sostenible, comenta que año tras año, cada vez es más difícil pescar. Afirma que nuestros mares son depredados por pescadores que usan artes de pesca que afectan los fondos marinos, como el boliche y el arrastre, métodos que causan una afectación a los fondos, sin respetar las tallas mínimas ni la fauna acompañante. Algunos de estos métodos son incluso ilegales dentro de las primeras cinco millas, zona reservada para la pesca artesanal y ancestral según la Ley 31749.  

Además de esto, en el último año, tres proyectos de ley presentados en el Congreso pretendían modificar esta ley, y permitir el ingreso de embarcaciones que usan red de cerco mecanizado, incluso desde la orilla, y de embarcaciones arrastreras hasta la milla 3, esto vulneraría las zonas de pesca tradicional, reservados exclusivamente para pescadores artesanales y ancestrales, como quienes pescan con balsilla y quienes usan métodos de pesca amigables con el ecosistema. Además, afectarían a los bancos naturales de peces y las zonas de desove y reproducción de especies. 

“Los pescadores artesanales nos sentimos desprotegidos con todo esto. De parte del Gobierno no nos dan el apoyo necesario”, menciona William Pingo, quien cuenta que cuando empezó a trabajar en la pesca, a los 13 años, salía en la balsilla a vela a las 6 de la mañana con su hermano, su tío y su papá, y regresaban esa misma mañana hasta con 60 kg de pesca, en un buen día. Actualmente, en un buen día pueden traer a lo mucho 30 kg, otras veces traen 10 kg o a veces nada. 

Como William, para muchos pescadores, la pesca artesanal y ancestral hoy no presenta un panorama favorable. William cuenta sobre lo mucho que se esfuerza por sacar adelante a su familia. “Nosotros tratamos de que nuestros hijos tengan mejores oportunidades. Queremos que tengan otro trabajo, otro sustento, porque la pesca, así como va, un día se va a acabar”. 

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