Lima entre las ciudades con menor cantidad y calidad de espacios públicos de América Latina
- Lima registra 1 m² de área verde por habitante, muy por debajo de los 10 a 15 m² recomendados por la OMS.
jueves
16 de octubre, 2025

Foto: Andina
Un reportaje de Puntoedu, medio de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), puso en evidencia cómo la escasez de áreas verdes, la desigualdad en el acceso y la planificación urbana deficiente han convertido a la capital peruana en la ciudad latinoamericana con los peores indicadores de espacios públicos en América Latina y el Caribe.
Según el informe del 2022 del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Lima registra apenas 1 m² de área verde por habitante, muy por debajo de los 10 a 15 m² recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A esto se le suma que el 85 % de limeños vive a más de 1 kilómetro de distancia de estos espacios.
Respecto a calles y plazas, el 55.8 % de los limeños expresa estar insatisfecho con su condición, según el más reciente informe del Observatorio de Calidad de Vida Urbana de Lima Cómo Vamos (enero 2025). La falta de parques y plazas accesibles afecta a la población más joven. Cerca de la mitad de los menores de 15 años rara vez o nunca usa calles, plazas o parques para jugar, mientras que los centros comerciales se han convertido en la principal opción de recreación para tres de cada cuatro limeños.
Existe una marcada desigualdad en la distribución de espacios públicos. Más de la mitad de los distritos de Lima y Callao cuentan con menos de 3 m² por persona, mientras que distritos como Miraflores, San Isidro y San Borja superan los 8 m², según información de la investigación Cartografía de la desigualdad, realizada por Ojo Público y el grupo Espacio y Análisis.
Para Mariana Alegre, docente del Departamento de Ciencias de la Gestión de la PUCP y directora ejecutiva de Lima Cómo Vamos, la situación se debe a la falta de condiciones mínimas para disfrutar de los espacios públicos. “La falta de mantenimiento, la contaminación —sonora, vehicular, industrial— y la inseguridad hacen que, en lugar de ser lugares de encuentro, se conviertan en espacios que evitamos”, sostiene.
La planificación urbana también contribuye al problema. Según Alegre, las autoridades priorizan vías y autopistas por encima de aceras, ciclovías o plazas, y cada distrito decide de manera independiente sin una estrategia metropolitana que garantice espacios verdes accesibles.

Foto: Andina
Accesibilidad y calidad
Luis Rodríguez, jefe del Departamento de Arquitectura de la PUCP, explica que no solo importa la cantidad de espacios, sino su accesibilidad y calidad. La Plaza de la Bandera en Pueblo Libre es un ejemplo de cómo un diseño aislado y mal ubicado impide que un espacio público cumpla su función. En contraste, espacios como el Paseo de los Héroes Navales muestran que la ubicación estratégica y la conexión con el flujo peatonal natural pueden hacer que un espacio funcione, aun si requiere mejoras en su diseño y equipamiento.
Para Rodríguez, un buen espacio público debe ser inclusivo y permitir actividades diversas: juegos para niños, descanso, deporte o esparcimiento cultural. “No cualquier diseño funciona en cualquier lugar: todo depende de la población cercana y de las condiciones del espacio. Después vendrá cómo lo acondicionas, qué mobiliario usas, cuánto de superficie dura o vegetal incluyes, si hay sombra o no. No es lo mismo un espacio pensado para niños que uno para bailar, descansar o pasear; lo ideal es que sean inclusivos y permitan que convivan todas esas actividades”.

Plaza de la Bandera en Pueblo Libre. Foto: Policía Nacional del Perú
Inseguridad ciudadana
Según la última encuesta de Lima Cómo Vamos, el 80 % de ciudadanos identifica la inseguridad como su mayor preocupación. Esta problemática ha incentivado el cierre de calles y parques con rejas, medida adoptada por hasta el 62 % de vecinos en sectores de menores recursos. Rodríguez advierte que esta práctica agrava la desconexión social, al vaciar las calles de vida y reducir la vigilancia natural.
“Si bien una calle cercada puede ahuyentar a los extraños, también a la vida cotidiana que, en realidad, es la que protege. En lugar de encerrar a los vecinos detrás de tranqueras, se trata de abrir la ciudad y devolverle a la calle su capacidad de cuidado colectivo”, detalla.
Para Rodríguez, la seguridad se consigue a través de un diseño urbano adecuado que incluye parques bien iluminados y activos, plazas con sombra y mobiliario, y calles con usos mixtos y comercios locales. Estos elementos fomentan la presencia de personas, generan vigilancia natural y disminuyen la percepción de riesgo. Sin embargo, indica que las transformaciones deben hacerse de manera gradual, en diálogo constante con los vecinos.
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