[Fotos] Parque del Manu: el mayor depredador de la taricaya aún es el ser humano

Taricaya en el Parque Nacional del Manu. Foto: Diego Pérez / SPDA

  • Proyecto de investigación de esta especie en el área protegida busca recabar datos que ayuden a saber si la población de taricayas ya no corre el peligro de desaparecer como hace 30 años.

 

En el planeta existen alrededor de 335 especies de tortugas, de las cuales 19 habitan en el Perú. De estas últimas, 5 son marinas y las otras 14 –entre terrestres y de agua dulce– habitan en su mayoría en la Amazonía.

Una de estas tortugas amazónicas más representativas es la taricaya. Quienes han tenido la oportunidad de navegar por los ríos de la selva posiblemente se han topado con estos reptiles que suelen asolearse encima de los restos de árboles muertos que caen sobre las orillas.

La taricaya (Podocnemis unifilis) es un quelonio que hace tres décadas estuvo a punto de desaparecer. Esta situación hizo que organismos como el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), organizaciones aliadas y las comunidades que aprovechan esta especie se unieran para salvarla, y el resultado fue alentador, ya que en los últimos años la población de esta tortuga ha presentado una mejoría.

Sin embargo, pese a este renacimiento, aún no se puede decir que ya está fuera de peligro porque no existen suficientes estudios de campo que concluyan que ya se cuenta con una población estable, así lo afirma Pierina Elorrieta Cano, bióloga investigadora de San Diego Zoo Global.

La especialista trabaja en el Proyecto Taricaya, un estudio que abarca el ámbito del Parque Nacional del Manu, desde la quebrada Colpa hasta la desembocadura del río que da el nombre al área protegida. El objetivo del estudio es medir la población de esta especie en la zona y detectar las amenazas que contribuyen a su reducción.

Elorrieta Cano explica que la investigación tiene tres fases. En la primera, que se inicia entre julio y agosto, se observa y se hace un conteo de las taricayas que se asolean en las palizadas. La segunda etapa, que va de agosto a setiembre, consiste en el marcaje y georreferenciación de los nidos. Finalmente, la tercera etapa tiene que ver con la eclosión y posterior salida de los nidos hacia el río. Cada taricaya pone un promedio de 25 huevos y la eclosión se da en 70 días.

Esta tarea, en todas sus etapas, se realiza con el apoyo de asistentes que provienen de las comunidades nativas cercanas, especialmente de la etnia machiguenga. “Su ayuda ha sido crucial en toda la investigación”, añade la especialista, a quien acompañamos en este monitoreo que se realiza a todas horas del día, incluso de madrugada, sobre todo cuando los “charitos” (taricayas recién eclosionadas) están a punto de salir del nido.

El monitoreo se realiza con la importante ayuda de la población machiguenga que habita cerca del área protegida. Foto: Diego Pérez / SPDA

El humano, la principal amenaza

Si bien la taricaya tiene varios depredadores, el mayor de ellos siempre fue el ser humano que aprovechó y aprovecha su carne y sus huevos, y no siempre con un plan que asegure su supervivencia en el tiempo. Hay que considerar además que esta tortuga ha sido por siglos una fuente de proteínas para las comunidades nativas, y por ello la estrategia para salvar a esta especie no tenía que basarse solo en prohibiciones, sino se necesitaba de un plan más integral que involucre la concientización de los consumidores directos y el trabajo con las autoridades.

Según San Diego Zoo Global, en el Parque Nacional del Manu, los primeros estudios sobre taricayas se realizaron durante los años de 1990. “Estos estudios documentaron la época de posturas y eclosión de los años 1990, 1991, 1993 y 1994, e identificaron a la ‘cosecha’ de huevos por seres humanos y a la inundación temprana de las playas, como las principales causas de mortalidad” de esta especie. “A pesar de tratarse de un área natural protegida, la ‘cosecha’ de huevos de taricaya fue importante, llegando a representar en general, más del 50% de la producción total de nidos”, agrega la institución en un artículo.

Hoy, según datos preliminares del actual estudio, esta cifra se ha reducido a un 20%; sin embargo, el ser humano aún es la mayor amenaza de esta especie. Por este motivo, es necesario tener siempre los números actualizados a la mano, y para ello es importante que las investigaciones se den de manera constante, sin intervalos prolongados.

“El objetivo principal es conocer la población que tenemos dentro del Manu y, con el tiempo, hacer un estudio de poblaciones que nos diga cómo se encuentra la taricaya. Se han hecho estudios hace veinte años, pero el estudio constante se había dejado. Este el es cuarto año consecutivo pero aún la información es bastante escasa porque se ha tenido un lapso bastante grande de vacío de datos”, explica Pierina Elorrieta.

“Este proyecto tiene toda la intención de continuar y perdurar a lo largo de los años para realmente tener una calidad de datos importante como para poder hacer un desarrollo de poblaciones y afirmar si la población de esta especie es estable, y de acuerdo a esto desarrollar medidas de conservación o manejo de la especie, en conjunto con el Parque Nacional del Manu”, agrega la investigadora.

Elorrieta afirma que se necesitan por lo menos unos diez años de investigación continua para saber el real estado de la taricaya. “Con esto se sabrá a ciencia cierta si la cantidad de la población se mantiene estable, si ha decrecido o van en crecida. No podemos hablar de un análisis poblacional con cuatro años de monitoreo. Sin embargo, hasta el momento, al parecer la población de taricayas se mantiene estable a pesar de la cosecha realizada por humanos. También se ha bajado un poco el consumo de las taricayas adultas”, indica.

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El monitoreo se realiza durante todas las horas del día, especialmente cuando las taricayas están a punto de dejar el nido. Foto: Diego Pérez / SPDA

Otras amenazas

No tiene precisamente las manchas o el aspecto de un felino, pero si la voracidad. Se trata del escarabajo tigre (Cicindelinae), un coleóptero que figura entre los más animales veloces del mundo. Poseen además dos fuertes mandíbulas con las que capturan y destrozan a sus víctimas, entre las cuales figuran otros insectos, pero también las taricayas recién nacidas. A estas últimas, con un ataque que sí parece de felino, les corta la cabeza.

Otro enemigo de esta tortuga es el grillo topo (Gryllotalpa gryllotalpa), un insecto que ataca el huevo de la taricaya después de cavar túneles en la arena. Esta embestida temprana hace que la tortuga nunca se desarrolle porque el ataque de este insecto produce la putrefacción del huevo.

La investigadora de San Diego Zoo Global también menciona que otros depredadores de las taricayas son algunas aves como las gaviotas y las águilas, las lagartijas, el jaguar, entre otros. Sin embargo, tampoco deja de mencionar que el cambio climático se está convirtiendo en otro enemigo porque en los últimos años está variando la temporada de crecida y vaciante del río, lo cual retrasa el siglo de reproducción de esta especie que necesita de las playas.

Finalmente, Pierina Elorrieta también señala que el trabajo de investigación que realiza posteriormente se publica y comparte con la comunidad científica, al igual que los otros trabajos que se desarrollan en diversos lugares del país donde habita esta especie. Esto ayuda a que las autoridades tomen medidas más acertadas para proteger a estos quelonios. El fin es que la taricaya se mantenga firme y no corra nuevamente el peligro de desaparecer.

Bióloga Pierina Elorrieta de San Diego Zoo Global. Foto: Diego Pérez / SPDA

Datos:

  • Las hembras de las taricayas miden entre 33 y 50 centímetros, y pesan entre 5 y 12 kilos. Los machos llegan a medir 37 centímetros y pesar 4.3 kilos
  • Estas tortugas se alimentan de plantas acuáticas, también consumen insectos, moluscos, peces muertos y pequeños invertebrados. Los jóvenes prefieren alimentos de origen animal, comen sobre todo camarones y otros crustáceos y los adultos son principalmente herbívoros.
  • Según WCS, de los quelonios amazónicos que se manejan actualmente en las áreas naturales protegidas de Loreto, la taricaya es quizás la especie con mayores registros en recolección, eclosión y liberación que cualquier otra especie de quelonio acuático de la Amazonía peruana.


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