COP 16: sálvese quien pueda



Escribe Manuel Rodríguez Becerra / Ex Ministro del Ambiente de Colombia y miembro de la Plataforma Climática Latinoamericana (PCL).

Las expectativas acerca del resultado de las negociaciones de cambio climático, que se están celebrando en Cancún, no podrían ser más bajas. Se considerarían exitosas si se alcanzan unos tímidos acuerdos para proteger los bosques por medio del mecanismo REDD, y se hacen unos compromisos para proveer a los países en desarrollo unos modestos recursos económicos para que comiencen a tomar medidas de adaptación.

Pero lo grave es que ni en estas negociaciones, ni en las que les seguirán a mediano plazo, se alcanzarán los acuerdos necesarios para disminuir la emisión de gases efecto invernadero en la magnitud requerida para que el aumento de la temperatura global no sobrepase 2 grados Celsius, umbral más allá del cual, según la mejor ciencia disponible, la humanidad enfrentaría graves consecuencias. Se trata de un escandaloso fracaso político de las Naciones Unidas si consideramos que han transcurrido más de veinte años desde el inicio de las negociaciones sobre un problema cuya solución ya no da espera.

No obstante esta negativa situación, en los más diversos rincones del mundo se adelantan miles de acciones para combatir el cambio climático. Por ejemplo, los países de la Unión Europea se comprometieron unilateralmente a reducir sus emisiones de GEI en un 20 por ciento hacia el 2020; la Iniciativa Regional de Gases de Efecto Invernadero, compuesta por diez estados de Estados Unidos, fijó como meta reducir las emisiones de CO2 del sector termoeléctrico en un 10 por ciento hacia el año 2018; China se convertirá en el principal productor de energía eólica del mundo en diez años; un creciente número de empresas se abren su paso vendiendo productos y servicios con una menor huella de carbono, y la actividad científica y tecnológica para mitigar el cambio climático florece por doquier.

Infortunadamente, las positivas acciones producto de las fuerzas del mercado y las loables decisiones aisladas de algunos países y regiones no son suficientes. Como lo ha argumentado uno de los mayores pensadores de nuestra época, el sociólogo británico Anthony Giddens, en su libro The Politics of Climate Change, sin una decisiva intervención de los gobiernos, a partir de tratados internacionales de carácter vinculante, no será posible mitigar el cambio climático de conformidad con lo prescrito por la ciencia.

Pero, dadas las formidables dificultades políticas enfrentadas por las negociaciones, los acuerdos globales de mitigación de los gases de efecto invernadero solo surgirán tardíamente. Y, mediante estos compromisos tardíos, ya no será factible impedir que la temperatura se incremente mucho más allá del umbral de peligro (2 grados Celsius).

En efecto, hoy se estima que la temperatura podría alcanzar los 3,5 grados al finalizar el siglo, un escenario que condena al mundo a enfrentar graves impactos, que en muchos casos serán catastróficos, como lo prevén los informes científicos sobre la materia.

No queda alternativa distinta que adaptarse a estos impactos, objetivo para el cual los países desarrollados y los habitantes ricos de la Tierra disponen de los recursos económicos para hacerlo. Quienes pagarán el pato serán los pobres, que serán víctimas de tragedias sin fin, como las que ya comenzamos a presenciar.

Se afirma que esta última situación bien podría evitarse mediante la solidaridad de los países más ricos con los países en desarrollo y de los grandes magnates con los que carecen de todo. Pero en la historia de la humanidad no se registra un solo movimiento de solidaridad global de la magnitud que se requeriría para adelantar con contundencia las medidas necesarias de mitigación y de adaptación en todos los rincones del mundo. Y, mientras no se demuestre lo contrario, el lema de lo que nos depara el futuro -marcado, profunda e ineluctablemente, por el cambio ambiental global de origen humano- parecería ser: ¡Sálvese quien pueda!

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El presente artículo fue publicado en el diario El Tiempo de Bogotá (04/12/10).



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3 comentarios · Dejar un comentario

  • Septiembre dijo:

    Muchas gracias, excelente aporte y bien claro.

  • el profesor quiroz dijo:

    PAUPÉRRIMO MANEJO AMBIENTAL COLOMBIANO PARECE PERUANO

    Con un Ministerio de Ambiente raquítico, con una creciente minería aurífera ilegal arrasando bosques, suelos y ríos en los más diversos lugares de diecisiete departamentos, debiendo iniciar sin demora la lucha contra la minería legal de aquellas empresas mineras que, exhibiendo los requisitos legales para operar, violan la normatividad ambiental, en gran parte coludidas con la autoridad minera…el manejo ambiental colombiano y el peruano se parecen como dos gotas de agua…

    “Así, por ejemplo, Ingeominas no solamente ha otorgado títulos mineros a lo largo y ancho del país con una irresponsable prodigalidad (incluyendo parques nacionales y páramos), sino, además, ha demostrado una alarmante incapacidad para fiscalizarlos. Precisamente, el ministro de Minas y Energía, Carlos Rodado, al reconocer esas y otras fallas, ha anunciado la reforma de esta entidad que incluiría, entre otras, su necesario compromiso con la protección del medio ambiente. Quizá sería también el momento para corregir las graves falencias que para la protección ambiental presenta el Código de Minas, así como para desarrollar un proceso dirigido a identificar aquellas áreas del territorio que por razones ecológicas deban ser excluidas de la minería, como ya se hizo con los páramos, los humedales Ramsar y las áreas protegidas” …remarca Manuel Rodríguez Becerra, Administrador de Empresas colombiano metido a Consultor Ambiental y hasta a Ministro del Ambiente.

    Especialista colombiano en Cambio Climático afirma: ¡Sálvese quien pueda!

    Manuel Rodríguez Becerra, Administrador de Empresas colombiano metido a Consultor Ambiental dice que solo queda ¡Sálvese quien pueda! … mientras no se demuestre lo contrario, ante futuro marcado, profunda e ineluctablemente, por el cambio ambiental global de origen humano.

    “En Colombia debe cambiar el trabajo de explotación minera. Debe buscarse el buen uso de los dineros recaudados en regalías.

    Actualmente, por diferentes condiciones, las regalías son despilfarradas y no son usadas para lo que deberían. Considero que una buena administración de las mismas podría desencadenar un trabajo social relevante y cambiaría las condiciones de salud, nutrición y educación de los involucrados en las actividades mineras. Un monto podría ser reutilizado en la recuperación del ambiente deteriorado.”

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    Columnas de Manuel rodriguez Becerra publicadas en diario El Tiempo
    http://www.manuelrodriguezbecerra.org/tcolumnas.htm

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    17 de mayo de 2004: Guerra y Medio Ambiente
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    3 de septiembre de 1999: El Plan Verde

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