8 motivos: ¿Por qué al Perú no le convienen los transgénicos? / Escribe Manuel Ruiz
Einheimische Kartoffel aus dem Bestand des International Potato Center in Lima, Peru

Papas nativas, grandes representantes de nuestra agrobiodiversidad. Foto: Thomas Müller / SPDA

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Manuel Ruiz Muller / Director del Programa de Biodiversidad y Asuntos Internacionales de la SPDA

Que empiece a haber consenso mayoritario y un endoso unánime de más de cien galardonados al Premio Nobel, sobre la inocuidad de las semillas transgénicas en la salud humana, no significa que el Perú deba necesariamente sembrarlas. Se trata de cuestiones diferentes.

Esto por varias razones. En primer lugar, nadie puede afirmar que las semillas transgénicas sean mejores para todos los agricultores de las diferentes agriculturas del país. A diferencia de la agricultura intensiva y orientada a la uniformización de la producción que se practica mayoritariamente en los países industrializados, las agriculturas en países como el Perú, requieren de repuestas diferentes para atender las necesidades del mercado y de los propios agricultores que proveen del 80% de los alimentos que consumimos.

En segundo lugar, la eficiencia en la producción y productividad tampoco debieran ser la única medida por la cual medir la actividad de los diferentes grupos de agricultores en el Perú. Por ejemplo, productores de papas nativas y Huánuco, Cusco o Puno, podrán no ser los más eficientes, pero satisfacen segmentos de los mercados (ciertamente nichos aún) y producen papas sencillamente más sabrosas -garantizado- que cualquier papa mejorada por transgénesis para extender su maduración, mejorar su nivel nutritivo por mayores proteínas o aminoácidos esenciales. Nuestra gastronomía es lo que es, precisamente porque no usa cultivos transgénicos.

En tercer lugar, el Perú es hoy por hoy uno de los más importantes países agroexportadores del mundo, y parece no necesitarse de semillas transgénicas para alcanzar y mantener esta situación.

En cuarto lugar, las semillas transgénicas no van a alimentar a más peruanos. La canasta básica de alimentos que garantiza la seguridad alimentaria familiar no demanda ni requiere de semillas transgénicas.

En quinto lugar, la moratoria existente contra los transgénicos no es una moratoria -ni mucho menos- contra la tecnología o biotecnología moderna o la tecnología CRISPR o las “ómicas”. Hay enormes posibilidades de aplicar la biotecnología moderna en otros campos de la investigación, incluyendo en la propia agricultura, la farmacéutica, los productos naturales y la ganadería, por citar algunos ejemplos.

[Descarga PDF] SPDA presenta libro sobre regulación de transgénicos en el Perú

En sexto lugar, pretender introducir semillas transgénicas para convertir al Perú en un exportador de “commodities” es perder de vista las enormes posibilidades que tenemos como país megadiverso para posicionarnos como exportador de diversidad.

En séptimo lugar, hay un elemento cultural importante: el orgullo que sienten muchos pequeños agricultores por sus cultivos. El abrumador cariño -pese a circunstancias difíciles- que sienten por sus cultivos y chacras merece alguna atención y consideración para implementar apoyos y extensión que sea culturalmente sensible y no se limite al factor dinero.  Este es un valor importante, aunque le cueste a algunos entenderlo.

Finalmente, no es un cuento ni ilusión la dependencia tecnológica que muchos cultivos transgénicos traen consigo. Es sencillo: 4 o 5 compañías en el mundo (Syngenta, Bayer, Monsanto, etc.) producen el 80% o más de las semillas transgénicas que se ofrecen, con paquetes tecnológicos que atan a los agricultores a los fertilizantes, plaguicidas, etc. que esas mismas compañías producen para esas mismas semillas. Punto aparte: todos los transgénicos están protegidos por patentes que adicionalmente obligan a recurrir a estas compañías para comprar semillas campaña tras campaña.

Lo que se necesitan son políticas públicas claras en materia de I&D, diversificación productiva y uso de la biodiversidad y agrobiodiversidad que soporten un desarrollo sostenible en función al potencial esencial que tenemos como país. Por último, restan seis años de moratoria a los transgénicos y para que el Ministerio del Ambiente (Minam) culmine su trabajo y tenga respuestas claras y definitivas sobre qué se puede hacer con relación a las semillas transgénicas, y si la coexistencia en un país como el Perú es posible y bajo qué condiciones. Insisto, que los cultivos transgénicos sean inocuos (hoy), no significa que debamos sembrarlos.

¿Por qué aún no se etiquetan los productos transgénicos en el Perú?

 



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