[Opinión] Oro a 4 mil dólares la onza… ¡Pobre Amazonía!

  • «Es tiempo que los peruanos despierten a la realidad del saqueo de su patrimonio natural y al comprometimiento de su propio bienestar».

lunes

20 de octubre, 2025

Foto: ACP Panguana

Escribe: Marc Dourojeanni / Profesor emérito, Universidad Nacional Agraria La Molina

 

Se acaba de anunciar que el precio del oro batió todos los récords históricos. Alcanzó los 4 mil dólares la onza. Eso, según los economistas, es debido en gran parte a las travesuras de Donald Trump que han hecho desconfiar del dólar a tirios y troyanos, bandos que ahora se han puesto de acuerdo para refugiarse en el oro. No es, pues, de extrañar el dramático resultado que brinda también en estos días, el informe 233 del MAAP[1] sobre la minería aluvial de oro en el Perú, publicado por Mat Finer: 139.169 hectáreas deforestadas y 225 cuerpos de agua afectados por la minería y la contaminación. Y, quizá lo peor, es que confirma su creciente dispersión por toda la Amazonía peruana.

Lo único que cabe decir, después de tanto hablar y escribir sobre esta desgracia nacional y amazónica, es que ya está completamente fuera de control y que, lamentablemente, restan muy pocas esperanzas de evitar que empeore. Menos aun considerando que gran parte de los políticos nacionales, con absoluto descaro, hacen lo posible por facilitar y legalizar la destrucción del país. Da la impresión que, para demasiados peruanos, la única solución a la pobreza es destruir el futuro, extirpando bosques, revolviendo la tierra, contaminando irremediablemente aire, suelo y agua, envenenando a los demás. Todo eso mediante la minería ilegal/informal (es demasiado hipócrita insistir en que son diferentes), con los cultivos ilegales y el narcotráfico y tantas otras actividades obviamente perniciosas.

Los pobres, que sirven para justificar todo eso con el pretexto de la “miseria reinante” y de la “falta de oportunidades” y que, sin duda, participan “sin querer queriendo” de esa fara destructiva, parecen no percibir que, al final, no ganan nada que valga la pena y que, en cambio, malogran su propio futuro. Parece que tampoco perciben que lo que su trabajo duro y peligroso produce es solo más y más ricos corruptos que inundan Lima de mansiones, automóviles y restaurantes de lujo, todo para “empresarios”, “banqueros” y testaferros del oro y de la droga, que los explotan sin misericordia y que se llevan las utilidades a paraísos fiscales.

Ya era bien conocida la dispersión del mercurio río arriba, por efecto de las migraciones de peces, además de río abajo y, claro, se sabe de las trágicamente elevadas concentraciones de ese metal en las poblaciones ribereñas e indígenas y cada vez más en todos los ciudadanos. Por coincidencia, esta misma semana otra noticia reveló que en el Perú inclusive los insectos están significativa y crecientemente contaminados por mercurio hasta en lugares, como río arriba en los parques nacionales, donde nunca se extrajo oro[2].

La minería ilegal, como los cultivos ilícitos, apoyándose en la intimidación y la fuerza y, por cierto, en las autoridades locales corruptas, que también alegan no poder resistir a las coimas “por ser pobres”, ya no respetan absolutamente nada. Ni las áreas protegidas pese al valor de sus guardaparques o las comunidades nativas, cuyos caciques son frecuentemente comprados. Por cierto, que tampoco les intimida mucho la Marina de Guerra y menos la Policía Nacional, ya que los delincuentes, siempre alertados previamente, usan la estrategia de esconder todo equipamiento de valor mientras pasa la tormenta. Esas intervenciones esporádicas son para la minería ilegal apenas un estorbo pasajero, un costo previsto. Pero, por lo menos, son algo concreto mientras se espera que algún gobierno, ojalá, ponga en marcha un verdadero plan para controlar y enderezar la minería aluvial.

La invasión de la minería ilegal en Madre de Dios tiene consecuencias trágicas y bien conocidas. Pero lo que viene ocurriendo en otras partes de la Amazonía peruana reviste caracteres aun más dramáticos, como cuando afecta nada menos que el abastecimiento de agua potable de una ciudad como Iquitos o la invasión masiva del río Pachitea, cerca de Puerto Inca. En efecto, provoca profunda tristeza la destrucción, en esa región, de la cuenca del histórico pequeño río Yullapichis, ya entrando en la Área de Conservación Privada Panguana, fundada en 1968 como estación científica por los esposos Hans y Maria Kopcke.

[Ver además►Minería invade área de conservación y estación biológica: científicos son amenazados]

Minería ilegal ha destruido el cauce natural del río Yuyapichis, en Huánuco. Foto: ACP Panguana

Valga la ocasión para recordar quienes fueron Hans y Maria Koepcke. Ellos llegaron al Perú respectivamente en 1949 y 1950, donde ambos se casaron. A partir del Museo de Historia Natural Javier Prado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos produjeron informaciones invalorables sobre la distribución de especies de la fauna peruana. Él, como ecólogo y ella, como ornitóloga (“Las aves del departamento de Lima”, entre docenas de obras), ofrecieron muchas sugerencias para áreas protegidas que fueron aprovechadas para diseñar el primer plan del sistema de áreas protegidas, incluyendo la propuesta formal de Parinacochas. Otra propuesta reiterada de los Koepcke fue la protección de los bosques de Zárate, a los que ellos dieron mucha importancia. Años después adquirieron una pequeña propiedad en el río Yuyapichis, un tributario del río Pachitea, donde establecieron lo que fue, en la práctica, la primera reserva natural privada del Perú, sancionada como tal en 2011.

En esos años los esposos Koepcke participaron de la exploración de las montañas del Sira, una serie de picos aislados que alcanzan 2450 m de altitud, donde nace el río Yuyapichis. Esta zona fue explorada por primera vez en 1969 y 1971 por el famoso John Terborgh y por John Weske. Debido a la cercanía de Panguana a este ramal separado de la cordillera, la expedición de Terborgh tuvo su base la propiedad de los Koepcke. Estos estudios fueron uno de los sustentos para crear, en 2001, el Parque Nacional Cordillera Azul. Maria Koepcke falleció el 24 de diciembre de 1970 en un accidente de aviación en el que la única sobreviviente fue su por entonces joven hija, Juliana. El avión, en su curso de Lima a Pucallpa, cayó a unos 50 km de la estación Panguana, donde Hans Koepcke las esperaba. La historia de la sobrevivencia heroica de Juliana es bien conocida y ella ha tomado la posta de sus padres en el cuidado de Panguana. El Perú debe mucho a esa familia y debería tenerles mucho respeto… ¿Quién le dice eso a los patrones del oro que ordenaron invadir el lugar?

Es tiempo que los peruanos despierten a la realidad del saqueo de su patrimonio natural y al comprometimiento de su propio bienestar. Es tiempo que los peruanos dejen de ser, casi literalmente, el “mendigo sentado en un banco de oro” y entiendan que esa frase nunca significó explotar el oro de la forma salvaje y dañina que se practica actualmente. Quien inventó esa famosa frase, que no fue Raimondi, quiso recordar que el Perú es un país muy rico en alternativas para salir de la pobreza y alcanzar, con ingenio y laboriosidad, virtudes que sobran entre los peruanos pobres, el tan ansiado progreso durable y equitativo.

 

 

 

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[1] https://www.maapprogram.org/gold-mining-peru-amazon/
[2] https://es.mongabay.com/2025/10/mercurio-insectos-amazonia-peruana-bioacumulacion-toxica/

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