Lomas de Lachay: conservando y transmitiendo el amor por la naturaleza
- Conoce a los guardaparques que custodian este espacio natural único que resguarda una importante muestra de biodiversidad.
martes
2 de septiembre, 2025

Foto: Grupo Viajeros
Escribe: Guillermo Reaño*
En la Reserva Nacional de Lachay, al norte de la populosa ciudad de Lima, se resguarda una muestra representativa de las lomas costeras, un ecosistema único que se produce por el contacto de las nubosidades que cubren el litoral peruano durante gran parte del año con las primeras estribaciones de los Andes. Cuando ocurre este fenómeno, entre los meses de junio y octubre, el árido desierto se convierte de pronto en un prado poblado por flores multicolores y una fauna deslumbrante. En plena estación seca, cuando la vida parece extinguirse, conocimos en el área protegida a dos de sus guardaparques: Kerly Castillo Aguinaga, de Huacho; y David Riveros Domínguez, de La Merced, en Chanchamayo, Junín.
Receta para criar un conservacionista
Mateo hace seis meses que palpita y da brincos en el vientre de su madre y en la Reserva Nacional de Lachay los guardaparques en pleno aguardan su arribo al mundo con inusitada algarabía. El niño, el hijo de Kerly Castillo, de Huacho, guardaparque del área protegida desde el 2013, habrá de nacer en plena temporada de loma, justamente cuando estas montañas bañadas por las nieblas del invierno se conviertan en un prado, verdísimo, lleno de vida.
«Estoy muy emocionada y feliz –nos dice la madre primeriza– saber que mi niño está siendo criado en contacto con la naturaleza es lo mejor que me pudo haber sucedido». Kerly, egresada de la carrera de Turismo y Hotelería por la Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión es hija de una autoridad que durante su mandato como teniente gobernador luchó incansablemente por salvar las mismas lomas que ella cuida. «Pienso que de allí me viene el amor por la naturaleza que espero que mi hijo también herede», nos dice y sonríe con gusto. Sabe muy bien que lo que se hereda no se hurta y que el planeta al que está a punto de llegar su retoño necesita de conservacionistas como su abuelo y sus padres.
«En esta reserva hacemos de todo –continúa y con mucho agrado– somos una familia, tal vez lo más complicado de nuestro trabajo sea el tener que lidiar con esos visitantes que vienen a Lachay a hacer lo que les viene en gana. Claro, felizmente también hay de los otros, los que respetan las normas y nos agradecen por lo que hacemos. Este ecosistema es muy frágil y cualquier impacto negativo perjudica a los seres vivos que protegemos».
Durante nuestra breve estadía en la reserva nacional la señora Castillo cumplía sus funciones en compañía de cuatro guardaparques voluntarias: estudiantes recién graduadas que empiezan su vida profesional trabajando en la conservación de nuestro patrimonio natural.
“Estos guardianes -que incluyen también a los jefes de área, especialistas y otros-, se entregan día a día a cuidar nuestro patrimonio natural en los tiempos más difíciles. Pocos saben quiénes son ellos, qué hacen y por qué su labor es también considerada como esencial para que sigan en el frente de acción”.
Enrique Ortiz
Ejemplar verdaderamente, las cuatro al terminar de escuchar la entrevista que le hacemos a Kerly aplauden emocionadas. Han recibido una clase maestra de una compañera de trabajo experimentada y llena de entusiasmo en lo que hace. Una verdadera maravilla, el aporte femenino en el cuidado y gestión de las áreas naturales protegidas de nuestro país resulta fundamental.
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Foto: Sernanp
«Qué verde era mi loma»
David Riveros hace diez años que es guardaparque en Lachay y antes de asumir funciones en estas lomas que se han convertido en el mejor regalo que pudo haber recibido lo fue en los bosques de protección San Matías-San Carlos y Pui Pui, en la selva central; y en la Reserva Nacional San Fernando. «Imagínense, llegar de la selva a Lachay en plena estación seca –recuerda– no lo podía creer, no entendía los motivos de cuidar un área así, sin vida, pero cuando llegó la temporada de lomas las cosas cambiaron repentinamente, todo se puso verde, me quedé con la boca abierta, con el correr del tiempo he ido comprendiendo los ciclos de la vida en Lachay y los cambios tan dinámicos la composición de sus comunidades de flora y fauna».
«El control y vigilancia es lo fuerte en nuestro trabajo –acota– pero hacemos de todo: reforestación, patrullajes, atención a los visitantes, los guardaparques de Lachay estamos listos para todo. ¿Me preguntan por los visitantes que infringen las normas de la reserva? Con ellos somos inflexibles, tenemos que sacar al otorongo que llevamos dentro para hacer respetar el área y apoyar a los compañeros que sufren las agresiones de la gente mal educada. Obviamente, de la manera más adecuada, pero siempre con carácter. Estamos aquí para cuidar uno de los ecosistemas más amenazados y frágiles que tenemos», agrega.
La camaradería y la alegría de los guardaparques y los especialistas cunden en la Reserva Nacional de Lachay que, aun cuando sus hábitats, todos, se encuentran agobiados por el calor de la temporada estival, sus servidores públicos siguen tercos en el cumplimiento de sus obligaciones esperando el arribo de las brumas del invierno y la llegada de Matías, el hijo de dos buenos compañeros de trabajo.
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