Algunas razones de por qué la gestión de los bosques naturales debe depender del Ministerio del Ambiente
- «Se argumenta que el manejo y la conservación de los bosques naturales peruanos, que son fundamentales por sus servicios ambientales, debe depender del Sector Ambiente y no del Sector Agrario el cual, en cambio, debe ocuparse de la reforestación con fines industriales del que en el futuro provendrá la mayor parte de la madera».
viernes
20 de junio, 2025

Foto: Diego Pérez / SPDA
Escribe: Marc Dourojeanni[1]
Es evidente que algo no está bien con el abordaje peruano al tema forestal. Los elevados y crecientes índices de deforestación y la mínima participación del sector en la economía nacional son evidencias indiscutibles, por no mencionar que el Perú pese a que sus bosques cubren más del 60 % de su territorio es un importador neto de madera y productos forestales. Son muchas las explicaciones de esa situación que, además, ya se prolonga a lo largo de muchas décadas y de varias leyes. El problema de fondo parece ser que la sociedad y por ende los políticos tienen una visión distorsionada y contradictoria sobre lo que son y pueden ofrecer los bosques naturales y que, por eso, la organización de su gestión es confusa e ineficiente. Es, en efecto, muy difícil administrar bien un recurso cuando no se está seguro de por qué y para qué se hace.
Durante mucho tiempo se creyó firmemente que el futuro del desarrollo amazónico peruano estaría en la supuestamente inmensa riqueza maderera contenida en sus bosques naturales. Quien escribe esta nota también creía eso. Sin embargo, las evidencias han contradicho contundentemente ese supuesto. No es que no exista mucha madera valiosa en la Selva. El problema es que no existieron ni existen las condiciones necesarias para que su aprovechamiento sostenible sea social y económicamente viable y, no es probable que estas se produzcan en un plazo previsible. En cambio, cada día es más evidente que el mayor beneficio que los peruanos pueden esperar de los bosques amazónicos son sus valiosos servicios ecosistémicos.
Cuando en 2007 se discutía la creación de un ministerio del ambiente se propuso que la gestión de los bosques naturales dependiera de ese nuevo sector. El argumento era sólido. Los bosques naturales son, antes que todo, proveedores de servicios ambientales esenciales para el bienestar y el futuro de la nación. Eso no ocurrió aparentemente porque hacerlo implicaría negociaciones complejas que podrían demorar demasiado la decisión. Así es que la gestión de los bosques y de la fauna salvaje se quedaron en el sector agrario.
No obstante, a través de la legislación ambiental, de sus políticas y planes, el sector ambiental tiene un rol indirecto pero fundamental en la gestión de esos recursos. Además, asumió directamente la gestión de una porción sustantiva de los bosques y de la fauna a través del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp). Y, desde 2010, mantiene el Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático que también interfiere directamente en el tema, fuera de las áreas protegidas.
Mientras tanto, la legislación forestal de 2011, que sigue vigente, determinó la recreación[2] de un Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) que comenzó a operar en 2014, manteniéndose dentro del sector agrario. Desde entonces el tema forestal ha estado más fraccionado que nunca antes, dividido entre tres sectores si se considera al Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (Osinfor) que depende de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). A eso se suma que el Serfor tiene un rol apenas técnico-normativo y que la ejecución de sus planes depende de las dependencias regionales que reproducen la confusión del nivel nacional agravada por una notoria falta de capacidad para aplicar las normas.

Foto: Diego Pérez / SPDA
A continuación, se ofrecen algunos argumentos para que se haga lo que no se hizo en 2008, cuando se creó el Ministerio del Ambiente. Los más importantes son:
- Porque en el futuro mediato, en el Perú como ya ocurre en Brasil, Chile y Argentina, la mayor parte de la producción de madera y productos forestales consumida a nivel nacional y exportada provendrá de la silvicultura[3], es decir de plantaciones forestales industriales con especies domesticadas de rápido crecimiento y alta productividad y cada vez menos de la económica y ecológicamente costosa extracción de árboles de los bosques naturales.
- Porque es evidente que el principal rol de los bosques naturales será, cada vez más, la provisión de servicios ambientales o ecosistémicos cuyo impacto económico supera muchas veces el de la modesta producción maderera. Ellos incluyen la mitigación del cambio climático, la fijación de carbono, la regulación del ciclo hidrológico y de otros ciclos biogeoquímicos, la conservación de la diversidad biológica, así como evitar la pérdida de suelos, la formación de aluviones y otros procesos erosivos, la sedimentación de los ríos y, por cierto, moderar el impacto de inundaciones y sequías extremas.
- Porque mientras que el sector agrario tiene por función clave garantir la seguridad alimentaria mediante el abastecimiento de alimentos y otros productos, el sector ambiental es el responsable por conducir la política nacional sobre cambio climático y, en general, la referida a los servicios ambientales y porque debe supervisar el cumplimiento de los acuerdos y tratados internacionales en la materia.
- Porque el sector agrario, tal como lo hace la silvicultura, trabaja con especies de plantas y animales domesticados, mientras que el manejo del bosque implica trabajar con especies de plantas silvestres y animales salvajes. Las plantaciones forestales industriales con especies exóticas o nativas domesticadas no difieren significativamente, en cuanto a sus técnicas de producción, de otros cultivos o plantaciones tales como palma aceitera, café, olivo, cacao, bambú, pecana, palto y tantos otros frutales arbóreos.
- Porque las plantaciones forestales, dentro del sector agrario, tendrán más y mejores oportunidades de prosperar, recibiendo los mismos privilegios tributarios y crediticios de los que se benefician otros cultivos similares y que no existen para el sector forestal.
- Porque numerosos estudios revelan que la dispersión de la responsabilidad por la gestión forestal y de la fauna salvaje en tres sectores públicos y en varias agencias que inciden en los bosques naturales y compiten por los mismos recursos es una de las principales causas de su ineficiencia y, consecuentemente, de la crecientemente mala situación de los recursos administrados.
- Porque el sector forestal siempre ha sido considerado un apéndice incomodo del sector agrario, en el que conceptualmente no encaja y al que por eso nunca recibió la prioridad política o presupuestal que le es debida, habida cuenta de su extensión e importancia.
- Porque es probable que, considerando la enorme extensión ya deforestada y subutilizada que existe en el Perú, en un plazo cercano se determine la intangibilidad de los bosques naturales o, dicho de otra forma, la prohibición del cambio de uso de la tierra cubierta de esos bosques. Por tanto, será necesario cuidar celosamente los bosques que quedan para evitar perder más. Esa tarea no puede encargarse al sector agrario que es, precisamente, el mayor responsable de la deforestación y el mayor usuario de la tierra sin bosque.
Pasar la gestión de los bosques naturales del sector agrario, es decir del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri) al Ministerio del Ambiente (Minam) es apenas un acto administrativo, que complementaría el ya exitosamente realizado pase al Minam de la gestión del Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sinanpe), es decir del Sernanp. La calidad del manejo y por ende la conservación de las áreas naturales ha mejorado enormemente desde que esa transferencia de responsabilidades fue realizada.
Puede aducirse que el Minam no es el tipo de autoridad adecuado para la gestión de la producción de madera a partir de los bosques naturales. Eso puede ser verdad pues, hasta el momento, no ha lidiado directamente con temas de producción. Pero el personal del SERFOR y de las regiones si sabe. Además, ese aspecto tendrá, como dicho, menos importancia a cada año, en la medida en que la madera provenga cada vez más de las plantaciones forestales.
De otra parte, la gestión de los bosques naturales debe ser revista, siendo indispensable eliminar la política actual de las concesiones forestales por la de manejo forestal público y participativo con subastas anuales de la madera que seguirá así proveyendo material a la industria maderera. Actualmente, los caminos de extracción forestal de las concesiones, muy raramente bien manejadas, son los principales inductores de la invasión de los bosques y de la deforestación. Manejar esos bosques no es tan diferente de la gestión de las áreas naturales protegidas cuyos jefes también aplican planes de manejo participativos. En el corto plazo, y seguramente en el medio plazo, la extracción de madera de bosques naturales será una actividad excepcional reservada para el aprovechamiento cuidadoso de maderas de valor excepcional, de gran precio. Y, como dicho, la mayor parte de la producción maderera dependerá cada año a más de la silvicultura, es decir plantaciones, dentro del sector agrario.
Otra ventaja de la propuesta es la eliminación del Osinfor, una institución creada en función de la política de concesiones forestales y que con la reforma propuesta dejará de ser necesaria o, en la medida que se requiera, deberá ser integrada al SERFOR. Eso implica mayor unidad de gestión y una considerable economía.
La propuesta, como todos los cambios en la gestión pública, debe ser bien estudiada antes de aplicada y, quizá, deba ser aplicada gradualmente. Presenta una típica situación win-win, sin perdedores, pues no perjudicará a madereros ni a silvicultores, menos a la industria forestal y se puede hacer sin despedir funcionarios. Se necesitará, eso sí, acentuar la formación de profesionales forestales especializados los unos en manejo y conservación forestal y los otros en silvicultura, además de los requeridos para las diferentes opciones industriales.
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*La sección “Debate Abierto” es un espacio de Actualidad Ambiental donde diversos especialistas publican artículos o columnas de opinión. Las opiniones son enteramente responsabilidad de los y las columnistas.
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[1] Profesor emérito de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, Lima, Perú.
[2] “Recreación” pues el Perú tuvo un Servicio Forestal y de Caza entre 1961 y 1969 que tenía institucionalidad y facultades muy similares a las del actual SERFOR.
[3] Literalmente, y asimismo en la práctica, silvicultura significa cultivo de bosques. El manejo de los bosques naturales no es silvicultura, aunque puede aprovechar algunas prácticas silviculturales.
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