Empresas B: hacer negocios buscando el bien común

  • Actualmente, más de 10 mil empresas cuentan con la certificación B Corp, un modelo que redefine el éxito empresarial al introducir el propósito social y ambiental a la gestión del negocio.

viernes

5 de diciembre, 2025

Foto: Sistema B Perú

Por: Adriana Velasquez / avelasquez@spda.org.pe

¿Qué sucedería si las empresas, además de alcanzar sus objetivos financieros, también busquen cuidar el medio ambiente y fortalecer a las comunidades? Esa es la propuesta de Sistema B, un movimiento que transforma la manera de hacer negocios a nivel global y que, en los últimos años, ha empezado a ganar espacio en el Perú.

Hoy en día, más de 10 mil empresas en 103 países cuentan con la certificación B, otorgada por BLab, una red global sin fines de lucro enfocada en la transformación de la economía mundial para el bien común. Esta certificación no solo valida que una empresa cumpla con altos estándares de desempeño social, ambiental, transparencia y responsabilidad, también refleja su compromiso a largo plazo con el impacto positivo y la mejora continua.

Para Mariale Soto, directora ejecutiva de Sistema B Perú, esta certificación, a diferencia de otras, no solo tiene como requisito superar la evaluación y pasar la auditoría, sino también exige incorporar los compromisos sociales y ambientales en los estatutos legales, el documento legal más importante de una empresa. “Eso es lo más especial, porque implica que los dueños asuman ese enfoque como parte de su manera de hacer negocios. Es una forma de decir: ‘esta es la dirección que queremos tomar’”, agrega.

Pero más allá de buscar el bien común, ¿qué obtienen las empresas B con esta certificación? Si bien existen diversos beneficios que varían de acuerdo con el tipo de empresa y sector, Soto destaca la oportunidad de comunicar con credibilidad el compromiso social y ambiental a través de la marca B y pertenecer a una comunidad empresarial global que facilita el networking por medio de eventos locales, regionales e internacionales. En algunos países, incluso existen beneficios reputacionales y financieros. Algunos bancos “dan tasas preferenciales a empresas certificadas, Bancolombia y el Banco Estado de Chile lo hacen”, detalla.

A nivel interno, la especialista menciona que existe un mayor compromiso de los trabajadores dentro de este tipo de organizaciones. Esto impacta positivamente en la retención del talento y fortalece la identidad cultural en la empresa.

Empresas B en el Perú

Actualmente, existen 75 empresas B en el Perú, la mayoría proviene del sector turismo, textil y de consultorías, principalmente aquellas que brindan servicios a grandes empresas en temas corporativos y/o sostenibilidad. “Estamos demostrando que es posible y rentable hacer negocios con estas características. Cada empresa B en un sector nuevo es una señal para ese sector de que hay una forma diferente de hacer las cosas. Y, cada vez que una empresa de cierto tamaño, ya sea muy grande o chiquita, se certifica, demuestra que es posible ser empresa B con dos trabajadores o con más de cinco mil”, sostiene la directora ejecutiva de Sistema B Perú.

Siderperu es hasta el momento la empresa B más grande del país y, de acuerdo con Mariale, su ejemplo demuestra que es posible aplicar este modelo en sectores industriales complejos y con bastantes retos ambientales, como lo es la producción de acero. Esta empresa destaca por su proceso de producción basado en materia prima reciclada, principalmente chatarra recolectada por recicladores de base en distintas partes del país y, en menor medida, importada. Esto permite que el acero producido pueda reingresar al proceso en un ciclo circular.

En la parte social, para promover la contratación de talento local en Chimbote, donde se ubica su complejo industrial, Siderperu implementó una escuela técnica en alianza con Senati para capacitar a jóvenes de la región y, al mismo tiempo, fomentar la participación femenina en carreras consideradas tradicionalmente para hombres. “Se alinea educación, competitividad y oportunidades de trabajo para Chimbote”, resalta Soto.

Mariale Soto es la actual directora ejecutiva de Sistema B Perú. Foto: Adriana Velasquez / SPDA

Integrar el propósito al negocio

Cuando Kristel Garate y su socio Gabriel Li decidieron hacer crecer Piola Brands, una empresa de mochilas y accesorios de viaje que comenzó como un pequeño emprendimiento, sabían que tenían que hacer las cosas distintas. No solo para enfrentar los desafíos que se les presentaba sino también para construir un negocio que aporte más que ingresos. “Queríamos que nuestro emprendimiento no tuviera solo un beneficio económico, sino que también genere valor para nuestros clientes, trabajadores y el entorno”, cuenta Kristel. Fue así como descubrieron el movimiento B, una brújula que dirigió su enfoque de negocio desde el inicio.

Según datos del Ministerio de Producción, para 2020, la cifra de empleo informal en el sector textil ascendió a 76 %. Frente a esta situación, los fundadores de Piola Brands querían marcar una diferencia, ofreciendo condiciones de trabajo dignas, mejores salarios y flexibilidad a costureros locales. También desarrollaron talleres verificados en casa para que sus trabajadores puedan balancear el trabajo con las responsabilidades familiares. “No tenemos rotación en el equipo porque es realmente beneficioso para ellos. Por otro lado, todo el control de calidad y empaque está realizado por personas mayores de 65 años, que son super activas y también necesitan esta flexibilidad. Además, nos entregan calidad, cuidado y cariño en cada producto que hacen, y sus familias nos dicen que ellos han encontrado un nuevo objetivo por el que vivir”.

Respecto al impacto ambiental, su objetivo es claro: menos desperdicio, más trabajo. Con el fin de optimizar el uso de material textil, más del 90 % de los diseños de Piola están hechos para evitar curvas en los patrones de corte y aprovechar cada centímetro de tela. Al producir de esta manera, los recortes sobrantes son cuadrados y se pueden utilizar fácilmente en otro producto. “Hoy generamos solo tres kilos de desperdicio al mes, porque casi todo se reutiliza”, detalla Garate.

Sumado a esto, toda la gestión de trabajo de Piola se ubica dentro de un radio de seis kilómetros, desde los colaboradores, proveedores, oficina, etc. Esto les permite minimizar el uso de carros. “No solo es más sostenible, también nos ha hecho mucho más eficientes en términos operativos”, afirma.

Piola cuenta con al certificación de empresa B Pendiente, un estatus temporal otorgado a empresas en sus primeras etapas. Foto: Adriana Velasquez / SPDA

Resistencia al movimiento

En el Perú, la certificación de BCorp viene extendiéndose, pero todavía no ha alcanzado una alta visibilidad en el mercado peruano. A esto se suma que no muchas empresas logran alcanzar el puntaje mínimo del proceso de evaluación, que tiene altos estándares internacionales. De acuerdo con Mariale Soto, uno de los principales desafíos es que las compañías, por lo general, ven este compromiso social y ambiental como algo externo a la estrategia empresarial. “Ahí hay un reto importante: cómo incorporar estos proyectos de mejora en la agenda del negocio. Porque muchas veces las empresas lo ven como: ‘quiero ser una Empresa B y tengo que llegar a los 80 puntos, así que tengo que cumplir toda esta lista de cosas’, y eso puede entrar en conflicto con las prioridades del día a día”, explica.

Lo que se propone desde el movimiento B es integrar estas acciones de mejora como parte de la estrategia para fortalecer al negocio. Soto menciona también el caso de Algaex, orientada al desarrollo de productos nutricionales y biotecnológicos a base de algas marinas. Esta empresa, en alianza con el Instituto del Mar del Perú (Imarpe) y comunidades pesqueras de Ica, ha desarrollado un modelo de producción basado en el cultivo sostenible de algas, cuya materia prima se transforma en fertilizantes que no solo evitan el agotamiento del suelo, sino que lo regeneran. Con ello, generan medios de vida dignos, conservan el ecosistema marino y crean un producto con alto valor agregado.

Ejemplos como Siderperu, Piola y Algaex muestran cómo el impacto social y ambiental no tiene que ser una carga adicional a las tareas diarias, sino que pueden ser parte de la estrategia empresarial y convertirse en una ventaja competitiva. “Cuando hablamos de proyectos e iniciativas de impacto en empresas, al final se trata de hacer que converjan muchos intereses para generar prosperidad para todos”, sostiene la directora ejecutiva de Sistema B Perú.

  • Este artículo pertenece a la Revista Actualidad Ambiental. Para acceder a más contenidos, descárgala aquí.

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