¿Es la energía renovable tan ecoamigable como creemos?
- Aunque el mundo impulsa la transición energética hacia tecnologías “limpias” o “verdes”, su base material —el zinc, el cobre, el níquel y el cobalto— proviene principalmente del Sur Global (70 %), donde su extracción ya está generando impactos sociales y ecológicos de gran magnitud.
viernes
12 de diciembre, 2025

Perú es el segundo productor mundial de zinc, mineral empleado en la fabricación de paneles solares y turbinas eólicas. Foto: Andina
Por Orietta Ceron
La transición energética avanza en el norte global como una promesa “limpia” para reducir emisiones de CO₂ al reemplazar combustibles fósiles con recursos naturales renovables como fuente de energía. Las energías renovables como la eólica, geotérmica, hidráulica y solar fabrican sus estructuras a partir de grandes cantidades de minerales metálicos, y el sur global paga el precio con la contaminación derivada de la actividad minera.
La extracción de estos llamados “minerales verdes” genera en el sur global residuos tóxicos que rara vez entran en el debate climático. Aunque prometen una mejora en la calidad ambiental, algunas comunidades enfrentan desplazamientos forzados —como es el caso de la minera Chinalco y la “reubicación” forzosa a familias de Morococha (Junín)—. Además, reportes oficiales de la Red de Salud de La Oroya registran niveles elevados de metales pesados en sangre entre personas que habitan territorios expuestos a ríos y suelos contaminados por relaves mineros mal gestionados.
¿De dónde salen estos minerales y por qué del Sur Global?
Según Oxfam, el norte global y China concentran el 79 % de la inversión en energías renovables, las cuales dependen de minerales metálicos “verdes” que se encuentran en un 70 % en el Sur Global. Particularmente el cobre, cobalto, zinc y níquel suelen hallarse naturalmente mezclados con metales pesados como plomo, cadmio y arsénico en las rocas.
El proceso para separar estos minerales genera una alta contaminación y degradación ambiental en los ecosistemas donde se ubican las plantas de procesamiento, ya que los metales pesados —de baja rentabilidad para su procesamiento, con excepciones puntuales en el caso del plomo— son descartados junto con otros residuos y rocas, formando relaves mineros. Un detalle clave es que, según el mapa metalogenético del Perú, elaborado por Ingemmet en 2024, 17 de las 23 regiones geológicas del país poseen (y extraen) cobre y zinc, y diez de ellas presentan de forma recurrente presencia natural de plomo, cadmio y arsénico.
Contaminación por relaves en la fase final de extracción
Más allá de la quema de árboles, destrucción de ecosistemas y el desplazamiento de comunidades enteras para abrir nuevos proyectos mineros, la fase final de la actividad extractiva es la que degrada más el medio ambiente: los relaves mineros, sobre todo los mal gestionados.
Edmundo Alfaro, ingeniero metalurgista con doctorado en ciences appliquées y director de la carrera de Ingeniería de Minas en la Pontificia Universidad Católica del Perú, explica que los relaves mineros son los residuos que quedan después de separar los minerales valiosos de la roca. En los yacimientos polimetálicos del Perú —donde más cobre y zinc se extrae— estos minerales suelen encontrarse en forma de sulfuros, es decir, compuestos naturales que contienen azufre. Durante el procesamiento nunca se logra extraer el 100 % del mineral valioso, por lo que los sulfuros (como pirita, galena, calcopirita o arsenopirita) retienen una parte de estos y pasan a los relaves junto con otros minerales sin valor económico.
Cuando estos relaves permanecen expuestos al aire y al agua, los sulfuros se oxidan lentamente y generan ácido sulfúrico. Este proceso, conocido como drenaje ácido de mina, moviliza los metales pesados presentes de manera natural en el mineral —como plomo, cadmio y arsénico—, además de otros metales que no llegaron a ser recuperados en el procesamiento. Alfaro precisa que la mayoría de depósitos de relaves carecen de coberturas que impidan estas reacciones, por lo que el ácido y los metales pueden filtrarse hacia el suelo si las barreras de contención fallan.


