Dourojeanni Opina

[Opinión] ¿Qué se está haciendo para proteger a las orquídeas del Perú?

Foto: Agencia Andina

Por Marc Dourojeanni / Profesor Emérito de la Universidad Agraria La Molina

 

 

Es frecuente que se vea en las noticias que la policía decomisa orquídeas colectadas ilegalmente, es decir no provenientes de viveros autorizados. Se trata de decomisos de pequeña cuantía, hechos a personas humildes que no obedecen la ley que obliga una serie de condiciones para la extracción y comercialización de esas y otras plantas[i]. Parece bien, pero a la vez deja una gran inquietud pues cada año se destruyen impunemente muchas decenas de millones de orquídeas, incluyendo las más raras y amenazadas. Entonces, ¿qué daño hace recoger algunas para venderlas?

Como bien se sabe las orquídeas abundan en el Perú, especialmente en la Selva Alta donde hay extensos bosques nublados pero, en verdad, las hay en toda la cuenca amazónica y en otras regiones. Se estima que en el país existen más de 3000 especies, o más del 10% de todas las que habría en el mundo[ii]. Entre 2001 y 2015 se ha destruido más de 1.8 millones de hectáreas de bosques amazónicos con tendencia creciente[iii]. En 2014 se batió un record con 178 mil hectáreas. Más de la mitad de esa deforestación acumulada ocurrió en la Selva Alta. Cada hectárea de bosque puede poseer desde docenas hasta centenas de árboles cada uno, hospedando muchas orquídeas, sin mencionar las que están en el suelo o en otros sustratos.  Es decir que mientras que cada año se decomisa centenas y que quizá se comercializan algunas decenas de miles de orquídeas “ilegales”, la misma autoridad encargada de evitar la pérdida de la fantástica diversidad de orquídeas del Perú deja que se destruya posiblemente algunos cientos de millones de orquídeas, muchas de ellas desconocidas para la ciencia, sin hacer nada eficaz -aparte de establecer y cuidar áreas naturales protegidas- por evitarlo.

En cada una de las más de 150 mil hectáreas de bosque que se talan cada año en el Perú se destruyen decenas de miles de orquídeas.

¿Por qué, entonces, se hacen esos decomisos y para qué invertir recursos escasos para ejercer un control insignificante, que  ni está en el camino de resolver el problema de la pérdida de orquídeas en el país? ¿No sería mejor concentrar esfuerzos donde se puede tener mayor impacto en favor de mantener ese patrimonio natural en lugar de tirar una fuente de recursos de los más pobres? Lamentablemente, la respuesta no es tan obvia como parece. En efecto, ocurre que en lugar de que exista demanda por todo el universo de orquídeas, esta se concentra en relativamente pocas especies vistosas y es sobre esas que los colectores inciden más y, para eso, no procuran áreas en proceso de deforestación sino que las buscan en los pocos rodales que aún existen cerca de donde viven y, eventualmente, pueden robarlas de alguna área natural protegida. De ese modo su acción tiene una fase incuestionablemente depredadora. Además, es asimismo un hecho que esos colectores de orquídeas se localizan en áreas antropizadas desde hace mucho tiempo, donde hay poco bosque mientras que los que talan bosques no se interesan en aprovechar las orquídeas pues no saben qué hacer con ellas.

La ley forestal vigente[iv] no tiene piedad para con quien desee colectar, transportar y vender plantas ornamentales. Puede hasta exigir obtener una concesión, pero nadie puede escapar de por lo menos una autorización que, en teoría, debe responder a un plan de manejo o plano de extracción, al pago de derechos, a obtener una de guía de transporte y a solicitar otros documentos que prueban el origen legal, entre otros papeles. Todo lo que requiere viajes a las capitales regionales y engorrosos procedimientos en oficinas públicas. Si alguna orquídea u otra planta ornamental está en la lista de especies amenazadas el problema se multiplica. Pero el campesino que colecta las plantas sólo sabe, más  o menos, lo que es una orquídea y no tiene idea de si está o no en las listas rojas de especies internacionalmente protegidas. Como el policial ambiental y, con certeza, tampoco el ingeniero de la autoridad forestal, saben reconocer esas plantas, por las dudas decomisan todo. Hasta que el especialista en orquídeas, que está en la capital, identifique el material, las orquídeas están todas muertas.

[Ver además -> Santuarios históricos: ¿Qué son? ¿Para qué sirven? / Escribe Marc Dourojeanni]

Los campesinos pueden beneficiarse de las orquídeas sin destruirlas. Requieren un poco de asistencia técnica y menos persecución policial.

En una rápida revisión de los textos legales se encontraron cinco artículos de la ley y seis del reglamento respectivo que se aplican directamente a la colecta de orquídeas. Pero hay muchos más si se entra en otros títulos de esos dispositivos. De otra parte, salvo error, el texto del reglamento respectivo es mucho más restrictivo que el de la ley. En efecto, el artículo 110 del reglamento sólo autoriza “la extracción de especies provenientes del estado silvestre para formar el plantel genético, con fines de implementación o ampliación de los centros de propagación”. En cambio, la ley (artículo 710) no parece poner esa restricción y, por lo que está escrito, no prohíbe la colecta para su venta directa, previa autorización. Sea como sea, este caso es una muestra a más de una ley que fue hecha para otro país. En el Perú la copiosa legislación no consigue evitar que se deforeste impunemente cualquier bosque y que casi toda la explotación de madera sea “oficialmente” ilegal. Pero se persigue a los pobres rurales que sacan unas cuántas plantas ornamentales de lo que queda del bosque. La redacción de esa ley y de su reglamento, en ese tema -como en muchos otros-  es una patética muestra de falta de criterio y en cierta forma, también de abuso de autoridad.

Es decir que, de cualquier modo, es evidente que poca cosa o nada cambiará si dejan de hacerse decomisos o si se les limita a casos realmente abusivos. Posiblemente aumentaría el número de colectores y vendedores y más orquídeas que no salen de viveros reconocidos circularían. Pero eso, frente a la incalculable cantidad de orquídeas mucho más valiosas, que todos los años son simplemente dejadas en los árboles cortados y luego quemadas, seguiría no teniendo significación estadística. Y, muchos campesinos o trabajadores con baja renta pasarían a ganar algún dinero adicional sin esconderse de la autoridad. Los únicos descontentos podrían ser, quizá, los viveros autorizados aunque en verdad esos venden esencialmente orquídeas cultivadas e hibridadas, por lo que no parece que perderían mucho. Y, finalmente, bajar el precio de las orquídeas naturales puede crear más interés de la sociedad por ellas.

Dicho lo anterior se reconoce que es difícil establecer hasta dónde llega el aprovechamiento de orquídeas en beneficio de los campesinos y donde comienza el abuso y la depredación. Una cosa es la venta ocasional de orquídeas en las carreteras de la Selva Central y otra, muy diferente, es robar orquídeas del Santuario Histórico de Machu Picchu y ofrecerlas a los turistas internacionales[v]. Eso, además de triplemente ilegal ya que no se puede extraer y vender sin autorización, no se puede colectar en áreas protegidas y, porque los extranjeros no pueden llevar esas plantas fuera del país, es pésimo para la buena reputación del Perú. También es evidente que un camión cargado de orquídeas con destino a mercados de Lima debe ser intervenido. Pero hay otros casos que requieren pensar más. Un tiempo atrás un norteamericano compró una orquídea desconocida para la ciencia de un agricultor de Moyobamba, la llevó ilegalmente a su país -lo que constituye un acto de biopiratería- y, la describió con su nombre -lo que no fue elegante pero es perfectamente legal-. Ese hecho generó una tremenda indignación en el país pero las mismas fuentes críticas reconocían que la especie está en vías de extinción porque hasta los árboles del Bosque de Protección del Alto Mayo, donde se encuentra esa orquídea,  están sucumbiendo a la tala ilegal[vi]. No hay mucha duda que es mejor para todos y para la ciencia que el tal “gringo” diera a conocer esa planta y la salvara, aunque sea ex situ.

La consulta hecha a una gran conocedora del tema para escribir esta nota ofreció la siguiente respuesta:Pienso que no hay que perseguir a los campesinos. Ellos sacan las plantas grandes pero dejan las pequeñas. Yo sería de la idea de enseñarles y orientarles bien para que cuando encuentren una planta con capsula la rieguen y sigan teniendo más plantitas. Ellos no entienden las leyes. Hay que hablarles y mostrarles el valor de lo que tienen y pueden manejar. Nadie, en ningún colegio de la Selva habla de orquídeas que son una riqueza de este país. Como dices, la autoridad pierde  tiempo persiguiendo a los que sacan unas cuantas y a los que  talan el bosque entero nadie les dice nada”.

Es decir que se puede hacer mucho más. Además de redoblar el cuidado de las áreas naturales protegidas y de crear más donde la cobertura no es suficiente, se puede lanzar una campaña con apoyo de los amantes de orquídeas para que los pequeños agricultores que son los mayores responsables por la deforestación, rescaten las orquídeas que están en los árboles que talan y que aprendan a mantenerlas hasta que puedan venderlas. Enseñarles que todas ellas, inclusive las que son minúsculas, son valiosas e importantes. También es importante enseñar a todos, colectores y compradores, que la belleza de las orquídeas no se limita a esas con flores grandes y colores vistosos y que existen asimismo muchas especies que son verdaderas joyas en miniaturas. El mismo programa de educación sobre orquídeas y otras plantas ornamentales debería enseñar a colectarlas con cuidado, sin destruir el potencial de regeneración natural que esas plantas ofrecen. Se trata de cuidados elementales y fáciles de comprender. Como todo programa de ese tipo debe ser iniciado en las zonas donde el comercio de las mismas es mayor y expandido progresivamente, aprovechando de las lecciones aprendidas,  a otras regiones. Y, obviamente, deben controlarse severamente los abusos evidentes, que nunca faltan.

Nadie en su juicio quiere que desaparezcan las orquídeas. Mucho menos los que hacen algún dinero adicional con ellas. Pero el esfuerzo por conservarlas debe colocarse donde vale la pena, especialmente en áreas naturales representativas y bien protegidas, y no apenas haciendo demostraciones de fuerza que crean insatisfacción social. Posiblemente todos quisieran vivir en un país donde la rigorosa y compleja legislación existente sea efectivamente cumplida y donde la ley brinde los resultados prometidos. Pero ese no es el caso. Los legisladores peruanos siempre olvidan que lo perfecto es enemigo de lo bueno y que tener la más avanzada legislación inaplicable del mundo es, simplemente, ridículo.

 

[Ver además: ¿Apus, caciques o curacas? / Escribe Marc Dourojeanni]

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[i] López, Milton  2017  En peligro por su belleza: el comercio ilegal de las orquídeas en el Perú  Mongabay

26 Febrero 2017 (https://es.mongabay.com/2017/02/peru-orquideas-trafico/)

[ii] https://www.researchgate.net/publication/257068739_How_Many_Orchid_Species ; http://larepublica.pe/turismo/destinos/731218-el-mayor-vivero-de-orquideas-del-peru-se-encuentra-en-tarapoto

[iii] MAAP síntesis #2: Patrones y drivers de deforestación en la Amazonía peruana (http://maaproject.org/2017/maap-sintesis2/)

[iv] http://www.serfor.gob.pe/wp-content/uploads/2016/03/LFFS-Y-SUS-REGLAMENTOS.pdf

[v] http://diariocorreo.pe/ciudad/crece-trafico-de-orquideas-en-machu-picchu-612253/

[vi] http://rpp.pe/ciencia/biologia/orquidea-peruana-fue-patentada-con-nombre-de-estadounidense-noticia-918581



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